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REDES

LUNES CRÍTICO
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Lunes crítico "Redes" FOTO: MARTA SALAS

Martirio tenía un nuevo novio que prometía en la red. Hacía ya muchos días -tantos que sumaban varios meses, tantos que sumaban varios años- que se abrió una cuenta en Mastic -más tarde sería usuaria de solteras porquesí, Darwing.g, exfoliamigos, contactos expresso y otras de las que ya no recordaba  los nombres, las claves, ni los avatares...-. Comenzó por curiosidad y ganas, convencida y entusiasmada por los anuncios que veía en televisión, con tanta gente guapa, tanta sonrisa porfadient y esas idílicas puestas de sol, que, aunque no venían a cuento de nada, eran ideales; empujada también por una amiga que había conocido a un hippie chic con el que copulaba como si no hubiera un mañana.

Las redes de arrastre atraparon a Martirio, tal fue el enganche, que sus neuronas fueron colonizadas por fantasías de amor, príncipes y cuentos de hadas traviesas.

A los pocos meses de entrar en estas cuentas, le despidieron de la mercería “bragasymás”, donde llevaba trabajando 15 años, fue un despido procedente, ya no atendía a la clientela, el móvil ocupaba todo su tiempo y salía a fumar cada diez minutos a la calle, presa de unos nervios incontrolables. Poco después fueron los amigos los que fueron hartándose de ella, más tarde la familia, incluso, dejó de escuchar ese sonoro “guapaaaa” que le dedicaba cada mañana, tras el odioso despertador, su cacatúa Montiel (quizás fue este el golpe que más le dolió).

Se levantó un miércoles o un jueves, poco importaba, y se fue valiente (sin móvil) y con dos tranquimacines de gramo al Centro de Salud, aconsejada por la panadera, la única persona a la que veía cada día. Fue derivada con bastante urgencia a psiquiatría, a la consulta del Doctor Armendáriz. Al día siguiente, sin haber pegado ojo esa noche, escuchó su nombre en la Sala de Espera, a la hora convenida: “Martirio Fernández, consulta cuatro”.

Aquel pasillo se hizo interminable, pegó suave a la puerta y una voz radiofónica dijo: “adelante”. Sus miradas se cruzaron y se hizo un silencio, seguido de unas risitas nerviosas. “Tome asiento”.

- “soy psiquiatra, tengo 40 años, moreno, ojos verdes, un metro noventa de estatura y complexión atlética”
- “Yo me hice usuaria ayer mismo, después de dos tristes años de viudedad, soy rubia, metro setenta y delgadita, hablo muy bien francés. Mi nombre nada tiene que ver con mi carácter abierto, alegre y extrovertido..”

No podemos negar el papelón que juegan las aplicaciones para ligar, las soledades que dejan de ser (aunque no), el despertar de la imaginación, la inocencia de tantos y la maldad de otros. Sueños al alcance de cualquiera; caretas y disfraces de Bazar; la recompensa, lo esperado y prometido cuando el pleno en la lotería y, casi siempre, el desengaño; historias interminables que nunca comenzaron.

Marta Salas

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