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25 años sin Gregorio Ordóñez

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FOTO: Damborena, San Gil, Azpiroz, Ordóñez, Carmen Nagel y Roberto Fernández (abajo). Archivo de la Fundación Gregorio Ordóñez.
25 años sin Gregorio Ordóñez

Le mataron. Y fue el primero, el primero de todos los políticos que fueron asesinados por ETA. Él, Gregorio Ordóñez, un vasco y español; un político de raza, un político que no tenía miedo, o igual sí lo tenía, pero su espíritu democrático y liberal era superior a cualquier temor. Plantó cara a ETA como nadie había hecho hasta entonces; Iba a ser el próximo alcalde de San Sebastián, un alcalde del PP en una de las ciudades más castigadas por el terror etarra. Le mataron un 23 de enero de hace 25 años en el bar La Cepa de San Sebastián. Al poco de ser asesinado de manera vil y traidora, la ciudadanía donostiarra votó masivamente al PP. Fue el gran homenaje que le brindaron.

Nació en Caracas. Uno de sus abuelos fue asesinado por los comunistas en Valencia -para aquellos que piensan que solo Zapatero tuvo abuelo-. Vino de niño a España, en el seno de una familia humilde que consiguió, con mucho esfuerzo, montar un negocio de lavandería industrial. Estudió periodismo en la Universidad de Navarra. Lo suyo era la vocación de servicio a la ciudadanía y así fue. El día en que lo mataron llevaba en su maletín un teléfono móvil y un cómic de la tamborrada que nunca pudo dar a su hijo de tres años.

Defendió la libertad como nadie; la defendió con tanto ímpetu que le costó la vida. Era el Partido Popular de aquellos años. El PP de María San Gil y de Gregorio Ordóñez. Un PP que nunca se rindió, que no daba la espalda a sus votantes y a los ciudadanos aterrorizados por la ETA. Quizás fue el PP más digno y con más altura moral que haya habido nunca. En San Sebastián, Gregorio, causó furor. Los aterrorizados le veían como la salvación. Los que causaban el terror, como su mayor amenaza porque les vencía con la palabra y les iba a ganar en las urnas con la libertad y el apoyo social como bandera. Optaron por matarle. Fue el primero de muchos, el primero de la lista de los políticos asesinados por ETA.

Su compañero Miguel Ángel Blanco también fue asesinado. Su delito fue el mismo: defender la libertad frente al terror. Le mataron de una manera aún más vil y cobarde, dejándole moribundo con un tiro en la cabeza. Su muerte creó el Espíritu de Ermua, que significó la salida masiva a las calles de toda España de miles de personas hartas del terror etarra. Como Miguel Ángel y Gregorio hubo mucho, no solo hablamos de los que fueron asesinados; hablamos de los que pagaron rescates, impuestos revolucionarios y tragaron su rabia y asco una y otra vez al escuchar “Gora ETA”.

Es deber de las personas que vivieron el terror contar qué fue y cómo fue. Y es deber de los que nacimos en una democracia con libertad no olvidar que fue posible gracias a personas que dieron su vida para ello. Personas como Gregorio Ordóñez. Y no puede permitirse que personas del gobierno contra España -o al menos, los que han permitido la fechoría- no condenen la violencia etarra. Bildu, que en el fondo es el que ostenta la presidencia de Navarra y en buena parte la de España, recibe con ovaciones a los asesinos. Aún hay gente que dice tontamente “¿cuándo condenará Bildu la violencia etarra?” Nunca. Nunca porque nadie se va a condenar a sí mismo, o a su padre, hermano, tío, primo o a su jefe Arnaldo. Nunca porque Bildu recibe los ideales de la ETA. Los ideales del terror y del miedo. Y estos ideales son incompatibles con la libertad y la democracia. Y estos últimos, la libertad y la democracia, eran los ideales de Gregorio Ordóñez. Nada fue igual tras su asesinato. Nada. Porque vivió. Porque le mataron.

Daniel Orbaiz Platel

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