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“TENEMOS QUE HABLAR”

Lunes crítico
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“TENEMOS QUE HABLAR”. FOTO: MARTA SALAS
“TENEMOS QUE HABLAR”
Carmen dejó el gimnasio, la dieta y el cuidado de su salud cuando María le dijo que ya no se sentía atraída hacia ella, fue “sustituida” por una chica más joven, más guapa y con unas piernas interminables. Ella creyó morir durante los dos años que siguieron al “tenemos que hablar” y se dedicó a llorar por las esquinas, a beber cantidades industriales de alcohol y a comer donuts como si no hubiese un mañana. El resultado se evidenció en su aspecto, aquel cuerpo que con tanto entusiasmo había moldeado a base de miles de horas en el gimnasio, cambió de forma notoria. Cada día espiaba, con falsos perfiles, las redes sociales de su ex, releía aquellos watssaps de antaño, cuando planeaban un futuro juntas, millones de emoticonos que lanzaban corazones, promesas y mentiras. María estaba presente en cada bocado ansioso de toda la comida basura que devoraba compulsivamente, fue tal su victimismo que se veía protagonista de todas las letras de las canciones del desamor que sonaban a todo volumen y a todas horas en su casa. Un día -que era un día más o un día menos-, un día cualquiera, se sentó en un café, y se quedó sin pensar en nada, tuvo la sensación de que el mundo se paraba y se apeó. No acertó a calcular el tiempo que transcurrió en ese estado, en blanco (por fin). Se sintió feliz, no supo qué ocurrió, no quiso preguntárselo: estaba curada. Se dejó llevar por esa placentera situación y entonces enfiló sus pasos a modo de baile hacia ningún lugar y despachó al maldito animal que había poblado su cabeza. Todo se va, también la tristeza.

Tenemos la absurda manía de proyectar a la persona ideal, queremos hacerla nuestra, poseerla, amarrarla (no amarla), de un modo más que egoísta. Y cuando alguien nos dice adiós, no terminamos de aceptar, recurrimos a la autodestrucción, por si el golpe no hubiese sido lo suficientemente fuerte. Estamos rodeados de belleza, admirémosla, es el primer paso para aprender a querernos.

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