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OPINIÓN - BIENVENIDOS AL CIRCO DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

Ticket espectáculo
Ticket espectáculo. IMAGEN DE ARCHIVO
OPINIÓN - BIENVENIDOS AL CIRCO DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

«Pasen y vean, damas y caballeros» debería ser el lema del Congreso de los Diputados para que ninguno se llevara una sorpresa si es ajeno al espectáculo que se celebra en el interior. Aunque, puestos a no faltar a la verdad, algo de esto se intuye con los leones —que se llaman Daoíz y Velarde en honor de los héroes del Levantamiento del 2 de Mayo (puro chovinismo, que es una palabra irónicamente de origen francés, por cierto)— y el frontispicio de la fachada (en él, supuestamente, se simboliza a España abrazada a la Constitución rodeada de la Fortaleza, la Abundancia, la Paz…).

            No hay circo sin animales —mejor dicho, «había» porque, por suerte, estamos progresando hacia una sociedad que rechaza el maltrato animal y el especismo—, que se entronca directamente con el circo romano y sus cuadrigas, como tampoco hay circo sin teatralidad, que, en este caso, se da dentro y fuera del hemiciclo.

            Dentro, cada político tiene un papel marcado en la sinergia que constituye el elenco variado y actúan en consecuencia haciendo una performance que, la mayoría de ciudadanía jalea en persona y, especialmente, en las redes sociales, como buen público que ha pagado por la entrada y lo único que busca es olvidarse de sus problemas.

            El mayor acróbata es Pedro Sánchez, que parecía haberse quedado fuera de su propia compañía y ha conseguido ser el presentador, de momento, de la función más difícil de la democracia. Estaba despedido y ha vuelto para dirigir.

            En popularidad del público, le sigue Pablo Casado que tiene dos papeles: ventrílocuo, desde hace ya tiempo, a través de sus muñecos Teodoro Egea y Cayetana Álvarez y, recientemente, desde la futura moción de censura, funambulista en la cuerda floja porque lo deja en una situación peligrosa: apoyarla es opinar igual que la ultraderecha, que se ratifican como tales, de la que se alejan y acercan según conveniencia; y votar en contra no encaja con el discurso de «gobierno comunista asesino».

            Por otra parte, tenemos a Santiago Abascal, el payaso. Suscita risas de colegas de profesión, pero, sobre todo, del público que aguarda expectante cuál será la siguiente paparruchada (‘tontería, estupidez’ y ‘noticia falsa y desatinada de un suceso’). Es un gran experto que tiene un don natural y no necesita maquillarse.

            Por último, tenemos a Pablo Iglesias, el contorsionista. Es un profesional que ha sabido adaptarse a los tiempos: del 15-M y el movimiento antisistema al 10-N (elecciones) y el intento de socialdemocracia; de la intransigencia con el poder a la subordinación y complicidad.

            Como novedad, hay que mencionar que el último show ha sido un éxito, a pesar de la situación crítica de la covid para el mundo de la farándula. Aunque el público no se sorprendió con la moción de censura imposible (no tiene apoyos ni los tendrá) —al igual que no se sorprenden con que el león ruja, tampoco lo hacen con que el payaso haga payasadas—, se echaron unas risas que, en estos tiempos, no es poca cosa.

            El público espera con ganas cuál será el próximo espectáculo, pero lo que tiene claro es que siempre the show must go on.

Santi García  — Estudiante de Filología Hispánica

Santiago García

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