jueves. 28.03.2024
El tiempo
Navarra Digital

LUNES CRÍTICO

DELIRANTES

IMG_0046
FOTO: MARTA SALAS

Miraba ausente, siempre en la dirección contraria al muro. Hacia la luz, esa que necesitaba. No había luz, sí muro. 

Ocurrió y ocurrieron las cosas. Ella se quedó al otro lado del muro, en su luz imaginaria, acomodada en un vacío, ausente de emoción alguna.

Marisa tendía a pintar de rosa el negro. Esto, de algún modo, ocultaba los problemas para los ajenos. Pensaba en futuros lejanos, le faltaba valor para el presente, también para el mañana inmediato. Era mejor tirar la caña lejos, hacia Benidorm, por ejemplo, acompasando kilometraje y tiempo, sin prisas ni riesgos.

La cobardía venció al dolor -este nunca tuvo opción alguna-, haciéndose esta, en compañía de la pereza, su más firme aliada. Se perdió. Perdió su esencia, se quedó miserable e inútil.

Cara a la galería de curiosos sin curiosidad, Marisa era una tipa maja, cercana, muy de Pamplona, de toda la vida, como dicen -con cierto orgullo absurdo- por aquí. Pero su vida se desmoronaba. No había previsto -porque nunca previó- los baches. De modo autómata y programado se casó, tuvo hijos... todo eso. Nunca tuvo sueños, más allá de jubilarse en Marbella o algún lugar chachi del Sur; que sus hijos estudiasen y estuviesen a la altura de los hijos de sus amigas, para tener de qué hablar en las reuniones sociales de plástico, esas de postín, que molan tanto en este gris norte. 

Un día chocó de frente con el muro. Cuando quiso refugiarse en la luz imaginaria abrió bien los ojos, y no vio más que un vacío. Aterrada, buscó refugio, en forma de amigos, de familia, de pasiones, de ilusiones, de olores o placeres a mano. No encontró nada. Absolutamente nada. Estaba vacía. De tanto esquivar baches, miradas; de tanta hipocresía en el abrazo y la palmada; de tanta mentira negra; de no sentir al hijo, a la madre, al hermano, al amigo; de tanto miedo cobarde; de tanta miseria emocional, de tanto vacío. Se perdió, sin saberlo. 

Lo peor de perderse es no saberse perdido. Con suerte, el delirio gana terreno. Ser un delirante es, en cierto modo, ser alguien.

Marta Salas

Entrando en la página solicitada Saltar publicidad