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NUESTRO RECORRIDO POR LA VIDA

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Camino bosque. IMAGEN DE ARCHIVO
NUESTRO RECORRIDO POR LA VIDA

Si podemos partir de una idea simple, un punto de acuerdo general, consistente en que todas las personas hemos venido a este mundo a (literalmente) vivir la vida, nos encontramos con que a cada nuevo ser le va a tocar pasar nueve meses dentro de otro ser: una mujer, su madre.

En algún sitio he leído u oído (ya no me acuerdo ni dónde ni cuándo) que los niños, utilizando el símil de un ordenador, vienen con un disco duro vacío y que se prestan a llenarlo frenéticamente. No estoy de acuerdo en absoluto. A mi modo de ver, nuestra realidad humana comienza mucho antes de nuestra propia existencia. Quiero decir con ello que somos influidos en gran medida por la familia a la que pertenecemos, a través de informaciones ancladas en nuestros inconscientes. Y así como recibimos en herencia el color de nuestros ojos, también traemos otra serie de informaciones familiares no tan claras de percibir pero igual de reales.

Y aquí tenemos el primer nivel de condicionamiento inconsciente: la pertenencia a un sistema familiar. No me interesa divagar si elegimos o no en qué sistema familiar venimos a vivir, si elegimos a la madre o lo que sea… No quiero perder tiempo en darle vueltas a cosas, a embrollos de los que no vamos a salir nunca. Sólo me interesa constatar hechos.

El segundo nivel de condicionamiento inconsciente reside en el conjunto de vivencias que captamos de nuestra madre respecto a todo lo que sucede tanto en ella como en el exterior. “Respiramos” las moléculas que “respira” nuestra madre. Como decía uno de mis formadores, el Dr. Salomón Sellam, “si la madre habla inglés, el niño habla inglés; si la madre habla depresión, el niño habla depresión”.

Y esta etapa del segundo bloque de condicionamientos no transcurre únicamente mientras nos desarrollamos en el vientre materno, sino que atraviesa el proceso del parto y se alarga algún año más después del nacimiento. Todo lo que sucede allí a nuestro alrededor, hasta lo que nuestros padres piensan sobre nosotros y nuestro futuro… se convierte en un programa fortísimo (Proyecto Sentido Gestacional) que va a socavar y ocultar el programa que cada cual hemos traído para vivir.

En mi práctica médica es muy frecuente que me toque explorar cuestiones de este tipo en las personas que acuden por muy diversos síntomas o conflictos. Si queremos conseguir un resultado sanador en la persona, como siempre, la cuestión reside en identificar el conflicto base, las vivencias, los programas instalados en la persona… y desactivarlos. En unos casos, esa desactivación se produce con facilidad, con el resultado de una mejoría en la persona y, en otros, las cosas se complican… No he encontrado aún ninguna panacea. No creo en milagros, sólo en trabajo bien hecho.

Pero, a lo que iba. Todos los seres humanos traemos a este mundo dos tipos de programas:

  • Uno es propio a la naturaleza de nuestro ser. Es el característico de nuestro rol específico en este mundo, partiendo de la base de que cada persona es una piececita única dentro de un “puzzle” general, que es la humanidad o el planeta Tierra donde vivimos o lo que se quiera plantear. Éste, realmente, es un planteamiento existencial espiritual. Si yo existo es por algo y para algo.
  • Ese otro programa, al que me he referido antes, que se nos inserta nada más ser engendrados, forma parte del cargamento genético que se nos ha dado al pertenecer a una familia concreta. Este programa se nutrirá, seguidamente, de lo vivido en el vientre materno y, tras salir de él, durante algún año más.
  • La salida defectuosa o falsa a esta situación de dolor, de síntomas al portar esas cargas en nuestros inconscientes, es intentar calmar o disminuir los síntomas derivados de esas cargas. Y en ésas se ha especializado la Medicina actual: aplacar síntomas sin solucionar los problemas, sin liberar las cargas causantes de esos síntomas. ¿Tienes dolor?... toma un analgésico; ¿se te ha inflamado esa articulación?... toma un antiinflamatorio;¿tienes acidez?... toma un antiácido ¿tienes alta la tensión?... toma un antihipertensivo; ¿no duermes bien?... toma un hipnótico; ¿tienes una reacción aguda de tu cuerpo?... te inyecto un corticoide;...

Suelo comentar, al hablar sobre este tipo de temas, que tengo la convicción de que no venimos “de cero”, sino que venimos con una carga condicionante previa, procedente tanto de hechos históricos anteriores a nosotros, como de vivencias no recordadas pero que han quedado ancladas en nuestro inconsciente personal. Entonces, partimos desde una posición “de menos” o, coloquialmente hablando, “negativa”. Una carga que es interesante aminorar, limpiar cuanto antes, para que sea nuestro programa base, el propio, el que reluzca y se afiance en nuestra vida, y no el programa condicionante.

Así que la mayoría de personas pasan prácticamente toda su vida sufriendo las consecuencias de esas cargas; y, la mayor parte de veces, sin saber que eso es así. ¿Cuál es el desarrollo hacia adelante de esta situación? En anteriores textos (“El Coronavirus y la Psicosomática”, “Salud y Enfermedad”) he descrito someramente cómo es esto de la salud y la enfermedad.

La salida defectuosa o falsa a esta situación de dolor, de síntomas al portar esas cargas en nuestros inconscientes, es intentar calmar o disminuir los síntomas derivados de esas cargas. Y en ésas se ha especializado la Medicina actual: aplacar síntomas sin solucionar los problemas, sin liberar las cargas causantes de esos síntomas. ¿Tienes dolor?… toma un analgésico; ¿se te ha inflamado esa articulación?… toma un antiinflamatorio; ¿tienes acidez?… toma un antiinflamatorio; ¿tienes alta la tensión?… toma un antihipertensivo; ¿no duermes bien?… toma un hipnótico; ¿tienes una reacción aguda de tu cuerpo?… te inyecto un corticoide;…

Estuve trabajando varios años en un servicio de urgencias extrahospitalarias y viví la Medicina de trincheras, ese primer duelo entre la persona que se enferma más o menos bruscamente o con síntomas de cierta intensidad y el primer intento de la Medicina de aminorar la intensidad del síntoma. Resultado: debilitar la señal del semáforo en rojo. En mi concepción de la salud y la enfermedad, los síntomas, todos los síntomas, son señales en rojo de un semáforo que nos está diciendo que algo ocurre y que necesito parar.

No quiero decir que no se le pueda ayudar a la persona aquejada de un síntoma para que el proceso sea más leve. Pero de ahí a enfocar únicamente el proceso terapéutico del médico a recetar productos anti-síntoma, va un trecho.

¿Dónde estábamos? ¡Ah, sí! En que los seres humanos vivimos la mayor parte de nuestra vidas arrastrando una serie de cargas sin poder asumir el control de nuestras vidas. Y es que, si observamos un poco la situación de la población en general, ¿vemos a seres humanos que controlan o toman el timón de sus vidas? ¿o, más bien, vemos a personas que recorren como pueden el camino que “les toca vivir”, sin cuestionarse siquiera la posibilidad de elegir otra forma de transitarlo?

(continuará)

Salud para ti y los tuyos.

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