REFLEXIONES DE UNA VIDA

Atardecer en la playa. IMAGEN DE ARCHIVO

...Y me senté por un momento en aquel pedrusco que había en mitad del páramo, y quedé mirando hacia donde el cielo y mar se confunden entre ellos. Cansado de caminar por aquel sendero bajo la calidez de la tarde rojiza de comienzos de otoño, traté de dar descanso a mi cuerpo, desgastado y maltrecho por el azote de los años de toda una  vida. Sequé el sudor de mi frente con el pañuelo que saqué del bolsillo mientras miraba a mi alrededor, deleitándome por la belleza natural que me envolvía. De repente y sin esperarlo, miré a mi lado, y como una visión que llenó todo de amor y ternura sin límite, ahí te encontré, sentado junto a mí, con tu cabello ondulado y revuelto y tus anticuadas  ropas, sujetando un raído balón de cuero, mirándome con tu rostro travieso, sonriente y cariñoso, pero sobre todo y muy especialmente, ingenuo y puro. No podía creerlo, permanecí estupefacto durante unos segundos. Allí estabas conmigo como en  una especie de espejismo maravilloso. Incluso llegué a pensar que estaba teniendo alucinaciones, tal vez producto del agotamiento, quizás por el sol intenso de toda la jornada o incluso debido a  un desmayo, quién sabe. Por eso cerré mis ojos, conté unos segundos y los volví a abrir, mirando de nuevo hacia donde te  encontré al principio. Pero no... no había duda, no eras una alucinación... ahí seguías junto a mí.Estabas sentado, mirándome curioso y vivaracho, jugueteando con el balón entre tus manos y moviendo alegremente tus piernas, atento a mi reacción. Yo continuaba boquiabierto, apenas podía articular palabra alguna. Fue por este motivo que, al cabo de unos instantes, te decidiste a romper el silencio."Hola, ¿cómo estás?" me preguntaste con esa vocecita tuya. Yo, aun tratando de sobreponerme, te contesté un discreto e inseguro "bien". No me culpes, fue todo un sobresalto tu presencia...Me dijiste tu nombre y seguidamente preguntaste por el mío. Tu ingenuidad hizo que te sorprendiera que coincidiesen, a mí en cambio, no tanto. Tras responderte de nuevo, tu infantil  curiosidad hizo que me preguntases cómo había sido mi vida hasta la fecha y si había sido feliz. Esa fue una pregunta muy profunda. No supe exactamente qué decirte, de hecho, apenas podía pensar por dónde comenzar mi respuesta. Ha sido una larga vida, llena de alegrías y tristezas, de decepciones e injusticias, pero también de amor y felicidad. He conocido lo mejor y lo peor del ser  humano, he podido sentir en mi piel, en mi alma, muchas experiencias, muchos cambios y etapas, a veces a mejor y otras, sin duda, no tanto. A menudo me he sentido casi indestructible, pletórico  y totalmente confiado de mis posibilidades, otras en cambio, me he sentido terriblemente frágil, desolado y sin esperanza. He amado y me han amado. He conocido el profundo y protector amor de una madre, de una  familia, la experiencia indescriptible de ser padre de dos hijas realmente maravillosas, por las cuales entregaría mi vida sin dudarlo ni un instante y a las que amo de forma casi irracional, y que,  sin duda alguna, serán mi más preciado legado para este mundo cuando yo me vaya. He experimentado el amor, tanto en su faceta más espiritual y romántica como carnal y apasionada.  He podido sentir el embrujo femenino, el éxtasis, el cuerpo de una mujer envolviendo mis sentidos. De la misma forma, conocí la belleza del amor puro como acto de entrega total. He llegado a odiar, cosa de la cual no me siento orgulloso en absoluto. He herido en ocasiones a personas nobles y de buen corazón, y también me han herido otros muchos que no lo eran  tanto, o que quizás en su momento actuaron simplemente equivocados, inconscientemente. O de forma intencionada... Qué importa ya a estas alturas... a ellos va dirigido mi perdón más sincero. He cometido muchos errores, aunque afortunadamente acerté en otras ocasiones. Cambiaría muchas decisiones que tomé, traté de aprender de ellos para no volver a fallar. He salido victorioso de muchos retos que me ha puesto la vida en el camino al igual que he saboreado el amargo sabor de la derrota y la humillación, incluso llegando a veces a sentirme atrapado en el fondo de un frío pozo, tan interminable y negro, que no veía ninguna salida posible. En definitiva, ese soy yo, con mis valores y mis ideas, con mis experiencias y circunstancias, buenas  y malas, que han forjado día tras día el hombre en el cual me he acabado convirtiendo, con mis virtudes y defectos, mis altos y mis bajos, mis fortalezas y miserias, pero siempre tratando con  humildad de hacer todo lo mejor que sé y procurando aprender de mis desaciertos para no hacerme daño ni a mí ni a nadie de mi alrededor, y aunque en otras épocas me he sentido  turbulento, agitado y lleno de desasosiego, hoy por fin puedo decir satisfecho, que mi alma está llena de paz y completa y mansa quietud. Absorto en mis palabras y pensamientos, cuando acabé de responder esa pregunta tan larga, miré a mi lado y ya no estabas... no te vi más. Te fuiste sutil y sigilosamente, con esa candidez con la que viniste... bien sabe el cielo que hubiera querido haberte dado mil y un consejos, ayudarte e  instruirte de algún modo para el largo sendero a recorrer. En definitiva, poner mi granito de arena  para que fuese un trayecto menos pedregoso y lleno de fatalidades, pero desapareciste para no  volver.  Sólo quiero creer que después de oírme, quedaste satisfecho con mi respuesta y con la calidez de  aquella tarde de otoño, te esfumaste despreocupado jugando con tu viejo balón, como eras,  alegre, travieso y sonriente, pero, sobre todo, ingenuo y puro. 

 

Manuel José Águila Martín 

 

Breve reseña biográfica del autor:

Manuel José Águila Martín (Montornés del Vallés, Barcelona, España, 1977). Licenciado en Historia del Arte (Universidad Autónoma de Barcelona), soy aficionado desde mi infancia a la pintura y al dibujo, como también a la lectura, en especial novela. Desde hace algún tiempo, también lo soy a la poesía y publico poemas, narraciones cortas e ilustraciones en diversos periódicos y revistas nacionales. Soy admirador de Jorge Luis Borges o Miguel Hernández entre otros. Desde hace años, resido en San Martín Texmelucan (Estado de Puebla, México).