Vasos

FOTO: MARTA SALAS

La primera vez que crucé Japón, viajes que nunca olvido de agradecer a mi querida Renault, me impactó la imagen desde el tren-bala llegando a la ciudad de Nagoya en mitad de la noche. No disminuía la velocidad ya en plena urbe, inmensa, y los bloques de apartamentos, de grandes cristaleras abiertas sin pudor, ofrecían infinitas habitaciones iluminadas con familias haciendo de su cotidianeidad un espectáculo para un españolito que los miraba apoyado en el ventanal del tren, con ojos como platos.

¡Tanta gente en tan poco espacio!

Mi impresión fue tan fuerte, desde que llegué por vez primera a ese país, que no he dejado de leer e investigar sobre el pueblo japonés, lejano, educado, tímido, orgulloso, tradicional y friki.

Ninguna civilización ni sociedad tiene las claves de los buenos comportamientos ni las consignas del buen ciudadano, pero sí es cierto que hay ciertas claves que se pueden ir tomando de aquí y allá para hacerse más fuerte a base de recopilar buenos hábitos en los que no nos hemos educado.

Una charla que me impresionó con mi amigo Kimura fue acerca de algo banal. Para explicarme la organización de su fábrica de motores, impecable y eficiente, me preguntó acerca de cuántos vasos tenía yo en mi casa.

—Veinte o treinta —le contesté, sin pensar mucho.

Él puso cara de japonés sorprendido, fácil de imitar y habitual de ver cuando viajas por esas tierras.

—¿Para qué tantos?

—Pues no sé. Por si vienen amigos...

—¿Treinta amigos?

Pues sí, treinta amigos, pensé, mosqueado.

—¿Por qué no?

Kimura quería explicarme lo importante que es quitarse lo superfluo en nuestro día a día. Tal vez es la necesidad de espacio lo que les ha llevado a pensar así, aunque creo que hay algo más profundo en esa forma de enfrentarse a lo cotidiano.

Tener treinta vasos en un apartamento de dos personas disminuye el espacio útil, favorece la dejadez acumulándolos en el fregadero pensando que hay muchos más y promueve el desorden.

El ideal, para Kimura, sería tener lo justo para vivir. Tener más de lo necesario implica desorden, ineficacia y dejadez.

Tener lo mínimo para estar siempre en estado de revista.

Hablaba de vasos...

Salvador Navarro - Escritor

Autor de 'Nunca sabrás quién fui'