CÁRCELES

Palomas sobre el poyete de una ventana. MARTA SALAS
Lunes Crítico

CÁRCELES

Conversaba el otro día con Celia, dos cervezas en la mesa, cansadas de esto de la vida y con algo de luz (muy tenue). “Me encantaría estar en la cárcel, qué gozada!, para liberarme” -me decía-. Esto, que parece una contradicción, es real. A veces, la vida te pone “cruces”, así dice la religión para definir la “mierdavida”; lo dice también una canción “una piedra en el camino me enseñó que mi destino era rodar, rodar y rodar (que ya podría ser tan fácil como rodar, hasta llegar a una explanada y ya). Pero no, dicen que cuantas más veces caes, te haces más fuerte, yo tengo la convicción de que, a la cuarta o quinta o sexta caída, no te levantas, descansas en el suelo y ves, desde abajo pasar el tiempo  (será largo o breve, dependiendo de la fortaleza, el ánimo, los sueños por alcanzar o el deseo de entrar en esa cárcel, donde te organizan la vida y te convierten en una pieza más del engranaje de los perdidos). También imaginamos -haciendo espirales con los dedos en esa  espuma de cerveza- un estado plácido de coma profundo, un añorado sueño reparador, la pérdida de consciencia y una recarga mágica de pilas, la posibilidad de despertar en otro paisaje, más amable y soleado. En la segunda o tercera ronda, la luz ya no era tan tenue, se tornó ilusionante y ya nos reíamos a carcajadas de nuestros contratiempos, las desgracias y zancadillas que sacudían más fuerte que los puñetazos del Mike Tyson. Siempre he pensado en lo de la suerte, si será aleatoria, vengativa, justa o muy cabrona (tengo la esperanza de encontrar algún día la explicación a tantos reveses, les llaman “rachas”, esto llega a provocarme risa, he tomado esa opción -pienso que es inteligente o menos dramática y muy delirante (que mola el delirio)-. 

Nadie pregunta a un pájaro si está feliz en la jaula, no lo hacemos, porque no pensamos en el sentimiento del pájaro, nos gusta escuchar su canto (aunque yo creo que lloran). Cuando comprendes que tener a un pájaro encerrado en una jaula, es una putada para él, has de liberarlo. Y cuando no puedes recurrir ya a nadie ni a nada en el vértigo de tu suerte, deseas estar en una jaula y envidias a ese pájaro que canta, o llora y entonces dudas en si fue buena idea abrir su cárcel porque las picarazas siempre acechan..