LUNES CRÍTICO

DESCARRIADOS

FOTO: MARTA SALAS
Nos dicen así, como si nos hubiésemos apartado voluntariamente del camino razonable, por haber salido de esa pista tan planificada, recta y preestablecida.

Cuando hemos pasado por muchos aros de fuego y nos hemos quemado la piel, la conciencia y el orgullo, nos descarriamos. No lo hacemos de modo planeado. Comenzamos con una excusa, una mentira, un pretexto. Y nos libramos de compartir espacio y tiempo con las personas que no nos suman. Es un instinto de supervivencia personal.

Los descarriados somos solitarios, huidizos de los impostores; de las obligaciones que nos quiere imponer el rebaño; de los compromisos que no llegan a ningún lugar; de deliberadas reuniones que terminan en grandes hogueras, donde, normalmente van introduciendo a personas que decidieron ser libres y sortear los aros establecidos.

Los descarriados somos carne de cañón; la excusa perfecta para avivar la hoguera; braseados, criticados y juzgados; las críticas esconden, a menudo, envidia, envidia de la libertad de elección.

Los descarriados se crecen ante los rebaños, justo desde el momento en que deciden partir a descubrir las cosas que les despiertan razones para seguir en esto de la vida. Usan a los rebaños para darse cuenta de lo que no quieren ser.

El descarriado es observador, constructivo y selectivo. Reconoce con rapidez a otros descarriados, se sienten atraídos y se aportan conocimientos que nacen de su estado de Libertad. Aprenden con más rapidez y aprovechan su tiempo, se libran de las cuerdas que les atan ahí donde no quieren estar.

El descarriado se siente normal, no insiste en ser comprendido por el rebaño; no se vende, ni en rebajas. Sólo se despierta su interés ante otro descarriado y, entonces suma, siempre.

Y comieron los cuatro descarriados al sol, contentos de haberse encontrado fuera del camino.