LUNES CRÍTICO

POR CASUALIDAD

FOTO: MARTA SALAS

Era lunes, y aquel vuelo, por casualidad, se suspendía. Agarraría el siguiente,  casualmente con el único billete que quedaba a la venta. 

Busqué mi asiento y la casualidad me llevó a ti,que ocupabas el número 11. Fue un vuelo tranquilo y ambos nos dormimos, tras cruzar apenas unas pocas palabras de presentación.

Aterrizó el avión en París, en un día extraordinariamente azul. Me apresuré a tomar un taxi y, ante una enorme cola de espera, fastidiada, me coloqué al final de ella y volví a oliscar aquella fragancia. Por casualidad, te quité el último lugar de esa extensa cola de la parada de taxis. Sonreímos y comenzamos a charlar de los caprichos curiosos del azar.

Tenía un enorme interés en descubrir el Canal Saint-Martin en esos lentos barcos, que te permiten atravesar sus nueve esclusas por esos distritos del París más enigmático que te invitan a viajar en el tiempo. Imaginas esa época y las filigranas que debían idear para llevar agua potable a toda la ciudad, a aquel París de entonces, que hoy nos sigue maravillando.

Soy curiosa y no me gusta que me lo cuenten. Con la cámara en mano, mi sombrero y mis viejas bambas, llegué entusiasmada al inicio de aquel viaje al pasado. Loewe de nuevo y tú, por casualidad. Allí estabas, también con sombrero. Antes de llegar al Passerelle Bichat, nos fundimos en un beso. Por probar. 

Nos gustó. 

Comimos juntos en un restaurante indio del Pasaje de Brady y paseamos toda la tarde por la tranquila y mágica Sainte-Marthe fascinados por el mágico ambiente de calma y sus estudios de Arte. Nos despedimos esa noche con un "hasta luego", sin emplazarnos en ningún lugar ni momento.

Era Mayo, eras tú, era yo y París . París, por casualidad. 

La Ruleta giraba a toda velocidad. Yo aposté todo al 11 negro. Una mano colocó sobre mis fichas las suyas. No tuve que levantar la mirada para saber que ahí estabas tú, por casualidad, un año después. La ruleta fue aminorando la velocidad y la bola bailó con gracia y a saltitos entre los números, con mucha expectación de todos los que rodeábamos la mesa de los sueños. Aterrizó suavemente en el 11 negro, por casualidad.

Celebraron la suerte amándose. Se despidieron, de nuevo con un "hasta pronto" y cada uno tomó un rumbo distinto, a sabiendas de que la casualidad, el tiempo y el espacio harían el resto.

 

Marta Salas