LO QUE LA MÚSICA PERDIÓ EN GRECIA

Grecia. IMAGEN DE ARCHIVO

Hoy quiero hablar de la visión y el tratamiento que se hacía de la música en la Antigua Grecia. Este pueblo y sus grandes escuelas supieron ver los beneficios y algunas aplicaciones a la música, y la utilizaban para casi todo: con fines bélicos, en fiestas, como explicación filosófica de algunos conceptos, con fines terapéuticos… además fue una asignatura obligada en la enseñanza (todas las personas aprendían a tocar la lira).

Para Platón, quien definió el concepto de la música desde un punto de vista filosófico, ésta era el nexo de unión entre las ideas y los fenómenos. Impulsó la doctrina del Ethos, que establecía una conexión entre el macrocosmos (el Universo) y el microcosmos (el individuo) y según la cual la música tenía cualidades morales, podía afectar al carácter y también penetraba en el alma.

Junto con Aristóteles fundó la Academia, en la que la música y la gimnasia sustentaban el resto de conocimientos y eran la base y el pilar de la educación por sus beneficios para la salud y las emociones respectivamente.

Sócrates fue otra figura que se interesó por la música. De personalidad libre, quiso acabar con cualquier método que impusiese una verdad, y animaba a sus discípulos a buscar la suya propia. También creía en la educación como un todo, no una sucesión de conocimientos parcelados. Así mismo, entendía la música como un bien que nos ayudaría a encontrarnos con nosotros mismos, con las demás artes y con el Universo entero. A pesar de su gran contribución a la educación gracias a su visión liberadora, fue considerado como un pervertidor de mentes jóvenes y desestabilizador de la patria.

Pitágoras habló sobre la Armonía de las Esferas. Esto es, cada cuerpo del universo (desde el más grande hasta el más pequeño) produce un sonido, que el ser humano es incapaz de escuchar porque vive con él, se ha habituado ya que lo ha escuchado desde su nacimiento. Sus grandes descubrimientos fueron los relacionados con la acústica y física de la música. Descubrió las relaciones numéricas entre sonidos. También asignó a la música un poder emocional, que englobaba al ser humano, sus emociones, con un todo universal, en el que todo está interrelacionado.

Es interesante ver cómo desde la Antigua Grecia, grandes eruditos, pensadores, filósofos y estudiosos ya asignaban a la música beneficios para el ser humano. Muchos de ellos han sido comprobados, y otros tantos se siguen estudiando hoy en día y son recogidos por disciplinas como la Musicoterapia.

A pesar de ello, vemos una triste realidad que es la de que la música no ocupa el lugar que le corresponde en la educación, sino todo lo contrario. Al contrario que en la Academia, donde música y gimnasia sustentaban todo lo demás (está claro que si una persona no se encuentra bien a nivel físico y emocional no puede abarcar más), hoy en día las escuelas se basan en conocimientos y aptitudes teóricas. Y es más, cada vez que determinadas corrientes tratan de llevar a las escuelas el aprendizaje basado en el arte, en el juego y en el movimiento, los defensores de la escuela tradicional se empeñan en llamarlas “nuevas pedagogías”. Y de nuevas, como vemos, no tienen nada. Así como Sócrates fue tachado de pervertidor de mentes cuando sólo pretendía que cada persona escuchase su propia verdad y tuviese su propio criterio, vemos que viene de muy lejos el temor de que las personas adquieran criterio propio y pensamiento libre. En ese sentido, cuánto más fácil es manipular a una sociedad entera si les decimos qué, cómo y cuándo deben aprender. Sentados en silla, sin moverse, escuchando, asintiendo, callando. Reduciendo todo un cuerpo, todo un ser a una ínfima parte de lo que puede dar y de lo que es. Como dice Sir Ken Robinson, nuestros cuerpos se han convertido en transportadores de nuestras cabezas, y no se utilizan para mucho más.

Y realmente, sin emoción no hay verdadero aprendizaje. Sin embargo, pasamos años y años de nuestras vidas aprendiendo de memoria conceptos y datos que poco o nada nos servirán en la vida práctica, la vida real. Y dejamos de lado el ser espiritual y emocional que somos. No aprendemos a escuchar, a escucharnos, a entendernos, a conectar, a interesarnos y emocionarnos, que como decían los antiguos griegos, es la base y el principio.

Ya acabó ocurriendo con Sócrates y sigue ocurriendo en nuestros días. El sistema pretende tener personas obedientes, capar su necesidad inherente de pensar, opinar, debatir, proponer. Esto se ha convertido en incómodo. Porque no se puede manejar a personas que piensan. No se puede dominar a personas que sienten.

Por eso a día de hoy, la educación es como es. Pero los docentes, los padres, los terapeutas y todas las personas que trabajamos con personas, y especialmente con niños y niñas, debemos seguir en la lucha por conseguir una educación en emociones, en valores, en pensamiento crítico. Y la música tiene mucho bien que hacer en y para la sociedad.

María Suberviola

@musasyfusas