Golpe de realidad

Fútbol dinero. IMAGEN DE ARCHIVO

En el verano de 2009, Cristiano Ronaldo aterrizaba en Madrid procedente de Manchester por 94 millones de euros convirtiéndose así en el traspaso más caro de la historia hasta ese momento. Ahora, ya no se encuentra ni entre las 10 operaciones más caras de todos los tiempos. 101 millones de euros por Gareth Bale, 120 millones por Antoine Griezmann, 180 millones por Kylian Mbappé –y otros tantos traspasos que me dejo- hasta la mareante cifra de 222 millones de euros desembolsados en 2017 por el Paris Saint Germain para adquirir los servicios del brasileño Neymar. 

Esas cantidades desorbitadas difícilmente se volverán a repetir este verano. Los clubes de fútbol afrontarán un periodo de traspasos complicado y cargado de incertidumbre como consecuencia de la crisis originada por el coronavirus. El brote ha desembocado en una pandemia de la que el fútbol no se libra. La suspensión de LaLiga hasta final de temporada supondría unas pérdidas estimadas en 680 millones de euros, que contemplan los ingresos por televisión, los abonos y las taquillas. En el caso de que la Premier se suspenda definitivamente, las cadenas de televisión, como Sky, que pagó el año pasado 4.000 millones de euros para emitir las tres próximas temporadas, pedirán 750 millones de libras de vuelta -unos 820 millones de euros-, una reducción de ingresos inasumible para los clubes más modestos. Esta situación se replica en otras grandes ligas europeas como la Serie A o la Bundesliga con pérdidas que alcanzan los 1.000 millones. 

Así las cosas, la solución para las federaciones nacionales pasa por elevar a la categoría de “imprescindible” la reanudación de la competición con el objetivo de mitigar y minimizar el impacto de la crisis en el mundo del balón. Entre los clubes, no han tardado en llegar las primeras medidas: ERTE, reducción de sueldos, negociaciones con las marcas por pérdida de visibilidad, etc… Las inalcanzables expectativas de negocio ahogan los presupuestos de muchos equipos, que están al límite o por encima en términos de liquidez. 

Se avecina un mercado veraniego más calmado respecto a años anteriores que puede no suscitar tanto entusiasmo. Los rumores no tardarán en llegar pero pocos fructificarán. Posiblemente no se produzca el “bombazo” del verano que esperaba el aficionado con anhelo para su equipo. Los clubes presumiblemente deberán dar prioridad a las salidas para “hacer caja” y cada movimiento se observará con lupa. 

Analizándolo desde otra perspectiva, la pandemia quizás sirva para inyectar una dosis de prudencia y humildad; un ejercicio de reflexión que desinfle el considerable “boom” que ha experimentado el mercado en cuanto a dinero invertido en fichajes en los últimos años y elimine la irracionalidad a la hora de acometer un intercambio de jugadores. El flujo de futbolistas conlleva nuevos contratos que también se verán condicionados por la crisis. Puede que incluso se establezcan nuevos “topes” salariales o se instauren nuevas reglas referidas al ‘fair play’ financiero que controlen las inyecciones económicas en las instituciones deportivas.

¿Volverán algún día aquellos tiempos en los que un jugador de la talla de Ronaldo Nazario costaba 20 millones? ¿Se imaginan poder fichar a un tipo como Maradona por 7,2 millones (1.200 millones de pesetas en 1982)? Probablemente, no. Jugadores irrepetibles en un contexto distinto al actual. Pero, de ahí a los 150 o 200 millones hay un gran paso. Pocos futboleros se echan hoy las manos a la cabeza cuando un fichaje supera la barrera de los 100 millones, un hecho que más de uno ya ha asumido con normalidad. Este golpe de realidad parece haber nacido para reajustar el ecosistema de fichajes tan inflado en los últimos tiempos. Quizás los fichajes de 150 millones sean pasajeros, quizás no. 

Josef Olguin Ellmeier

Periodista