IDEAL ÉTICO O RELIGIOSO

JOSÉ MANUEL LÓPEZ

Es real la identificación entre la filosofía y la religión. Si bien es indiscutible que las cuestiones que tratan ambos saberes son enfocadas de maneras diferentes, existen puntos en común, en relación con las conductas y las actitudes ante la vida y la realidad. La filosofía se fundamenta en la argumentación racional, la lógica y el análisis crítico, en cambio en la religión lo prioritario es la fe o la confianza en la divinidad.

Ya que lo fundamental en la existencia es precisamente, la búsqueda de la felicidad o de la mejor vida posible, en función de lo que queremos o deseamos hacer. Como afirma San Agustín “Ciertamente todos queremos vivir felizmente”. Aunque la gran pregunta es cómo. ¿Son pensables casi infinitas formas de encontrar la felicidad o no? Pienso que sí. Si bien es cierto que puede haber muchísimas maneras de gozar de la vida, el repertorio no es ilimitado, a mi juicio.

La verdad y la libertad son las dos grandes ideas o valores, que mueven a los seres humanos en la conquista de su felicidad. Porque, a través de ellas, las personas logran ser lo que quieren ser, en la medida de sus posibilidades, considerando su finitud material en el mundo. Bien dijo San Agustín al poner de relieve o destacar que “La vida feliz es gozo de la verdad, es decir, es gozar de Ti, Dios, que eres la verdad”. Bellas palabras que expresan claramente el tono de la teología agustiniana. Para él, fe e inteligencia están unidas o integradas en el cristianismo.

De hecho, el mismo San Agustín fue un gran pensador además de teólogo y es entendible que recomiende amar, en gran manera, el intelecto. En realidad, independientemente, de si los individuos son agnósticos, ateos o creyentes es evidente que la humanización de las relaciones sociales es absolutamente necesaria, para que se logre una sociedad mucho más justa y solidaria.

En este orden de cosas está claro que la universalización de la ética es algo imprescindible, para que los comportamientos sigan la línea de racionalidad y respeto, que ya es exigida por los Derechos Humanos y que constituye también la base de la cultura europea cristiana u occidental.

Desde el enfoque argumentativo de San Agustín, que fue profesor de retórica en el norte de África es indudable que la paz social no es posible, a través del dominio del hombre por el hombre. Teniendo en cuenta que murió en el año 430 esto tiene más valor todavía. No hay que olvidar que en sus últimos años de vida se estaba desmoronando el Imperio romano de Occidente, ante las invasiones de los bárbaros. Era ya una época de barbarie.

Y la culpa no la tenía el cristianismo como San Agustín explicó abundantemente en su libro La Ciudad de Dios, ante los ataques del paganismo a la religión cristiana.

El problema fundamental que plantea es que mientras el amor de Dios no sustituya al egoísmo, no habrá solución para las injusticias   y el orden y la paz serán realizables solo por coacción legal. Desde la perspectiva agustiniana el ideal ético debe estar apoyado en un ideal superior, que es el amor a Dios.

Al final respeto y amor divino se  complementan, porque la consideración respecto a los otros es una forma de expresión de la paz y justicia divina, respecto a las personas con las que convivimos o nos relacionamos y también con la manifestación de una empatía, con el sufrimiento humano en general de todos los hombres y mujeres, que viven en nuestro planeta.

De lo que se trata es de construir una sociedad más igualitaria, en todos los sentidos. Además, los grandes valores éticos deben ser puestos en acción de una forma decidida, no se puede esperar más. Vivimos en un ambiente social en el que parece que, lo único importante es el dinero y la diversión. Ante esto es preciso insistir en la necesidad de reafirmar el valor de la constancia, la disciplina, el coraje, la bondad, la solidaridad, la compasión, y la resiliencia. Todo ello desde una actitud optimista, apasionada y esperanzada.

Frente al relativismo, el pasotismo, la superficialidad, la violencia, la mentira y el engaño hay que decir basta e impulsar las buenas actitudes y las vivencias positivas, desde la verdad y la libertad. Somos seres imperfectos, pero nuestra grandeza consiste precisamente en pensar, como decía Pascal. Es lo que realmente nos diferencia de todo lo demás que no es humano.

 

José Manuel López