OPINION

OPINION: PRESERVAR LA BIODIVERSIDAD Y LA AGRICULTURA

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El día 22 de mayo se celebra el Día Mundial de la Biodiversidad instaurado por la Asamblea General de Naciones Unidas el 20 de  diciembre de 2000, una jornada para aumentar nuestra consideración con el medio y sobre su degradación causada por la acción humana. El papel de la diversidad biológica es clave para mitigar las alteraciones climáticas, garantizar la seguridad alimentaria e hídrica y prevenir pandemias como la que ahora azota al mundo. Al destruir la biodiversidad se alteran las cadenas ecológicas y tróficas de forma que se reduce el control natural establecido por la propia naturaleza.

Por este motivo, no es de extrañar que una de cada cuatro muertes en el mundo esté relacionada con la destrucción del medio ambiente: agua contaminada (más de 1.800 millones de personas la consumen); aire contaminado (provoca 8,8 millones de muertes al año en el mundo y unas 30.000 en el Estado español); y suelo contaminado (el 33% de los suelos ya están degradados, lo que provoca que unos 815 millones de personas sufran inseguridad alimentaria y unos 2.000 millones no dispongan de alimentos suficientemente nutritivos).

Según un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la humanidad ha sido responsable de desplazamiento de un millón de especies, de los ocho millones que conocemos, al borde de la extinción. Muchas de ellas han desaparecido por el camino y las que han sobrevivido han quedado gravemente afectadas.

Sin embargo, nuestro modelo de producción no solo está aniquilando a las especies, sino que está aniquilando los ecosistemas enteros. El problema es que la humanidad continúa avanzando por esta senda, olvidando que tanto nuestro propio bienestar como el de la propia economía están supeditados al mantenimiento de la integridad y resiliencia de los ecosistemas, así como a las especies que están desapareciendo.

Cualquiera de los servicios ecosistémicos de los que disponemos, como el agua, energía o los alimentos, dependen por completo de unos ecosistemas saludables. En el momento que se realizan cambios en alguno de los elementos que componen la diversidad biológica, se producirán cambios en todo el sistema de vida y, como consecuencia, producir efectos negativos en él.

La principal razón de la crisis climática y de la pérdida de la biodiversidad reside en unos patrones no sostenibles de producción y consumo, basado en la fabricación, uso y posterior desecho al medio sin ningún miramiento. Así pues, la extracción de los nuevos materiales para mantener la economía lineal -producir, usar y desechar- ha supuesto la destrucción del 90% de la pérdida de biodiversidad y de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero.

En Europa, la causa principal de la pérdida de biodiversidad es la modificación del uso del suelo. Las prácticas agrícolas y forestales se han vuelto más intensivas, utilizan más aditivos químicos, dejan menos espacio entre campos de cultivo y utilizan una menor variedad de cultivos. Por ello, se hace más necesario que nunca caminar hacia una agricultura ecológica.

Pero, en el caso de Navarra y de otras comunidades del Estado español, la transición energética de la que se habla tanto en la actualidad ha impulsado hacia lo más alto a las energías renovables, que se extienden por todo el mapa en gigantescos proyectos eólicos y solares. Tras las aspas de los aerogeneradores hay un alto impacto ambiental que preocupa a plataformas y a colectivos ecologistas en defensa del entorno natural y rural. Las colinas que antes eran vírgenes se ven profanadas por extensas redes de molinos de más de 200 metros de altura que generan un impacto directo en la biodiversidad, pero también en las economías locales. Las consecuencias van, entre otras cuestiones, desde los cientos de aves que mueren al año al colisionar con las aspas de los complejos renovables, como ha sido denunciado recientemente por Ecologistas en Acción de la Ribera-Navarra, con un dato escalofriante: “cada tres días muere un buitre", sobre el parque eólico Cavar, un complejo de 32 aerogeneradores situado entre Cadreita y Valtierra, que comenzó a operar en julio y cuyas aspas se han cobrado desde entonces, según datos del Gobierno de Navarra, la vida de más de un centenar de grandes aves y de rapaces y pájaros de especies protegidas, y que es un ejemplo más de lo que está ocurriendo también en otros lugares.   

Por otra parte, está la instalación de grandes parques fotovoltaicos que constituyen también un riesgo para nuestra biodiversidad y también para la supervivencia de la producción agraria. Haciendo un resumen muy sintético de los proyectos actualmente en tramitación pública en nuestra comunidad nos encontramos qué, en una buena parte de ellos, su ubicación en zonas agrícolas produce un impacto visual que degrada la calidad del paisaje, además de convertir terrenos de productividad agrícola en improductivos, por lo que provoca el empobrecimiento económico, social y ambiental de las localidades afectadas.

Asimismo, resulta difícil de entender que se considere por parte de las empresas promotoras que producen un impacto positivo en la población, hablando de la creación de puestos de trabajo, cuando estos serán en su mayor parte traídos de fuera por requerir determinados perfiles técnicos, y, que, de todas formas, ni la generación de algún puesto de empleo ni las indemnizaciones compensan la pérdida de riqueza a la que se someten a estos municipios y sus habitantes con estos proyectos.

Como se ha manifestado desde la plataforma Salvemos El Perdón 4.0-Erreniega salba dezagun 4.0, juntamente con otros muchos colectivos, “el gobierno de Navarra debe paralizar todos los proyectos en curso, y abrir un proceso de reflexión y planificación, a fin de establecer el modelo energético que necesitamos en nuestra comunidad, y evitar impactos irreversibles en el medio ambiente, el mundo agrario, el paisaje, el turismo y la sociedad rural”.

Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente