UN CARNAVAL FUERA DE FECHAS

Máscara carnaval. IMAGEN DE ARCHIVO

Es curioso cómo, a lo largo de las fechas, aunque el tema predominante es el que es, van variando los subtemas que saltan a la palestra. Ahora, junto al conteo de los casos, nos mantenemos con el desarrollo de las fases tendentes a la normalización, las mascarillas y la (por muchos) ansiada vacuna salvadora.

Una de las consecuencias de esta epidemia es su carácter pandémico. Permítase esta expresión redundante, pues allá hacia donde miremos… se escribe o se habla sobre la epidemia, y no sólo en nuestra geografía, sino en muchas zonas del globo. Y como ahora parece ser que algo se dice pandémico sólo cuando es extendido velozmente por distintas zonas geográficas afectando a grandes áreas de población, independientemente de la gravedad de la afección…, pues me he permitido esa licencia al referirme al tema.

Ahora, si nos tenemos que fiar, o desarrollar un trabajo estadístico sobre el conteo de cifras de afectados (PCR+, test rápidos+, ingresados en hospital, en UCIs y muertos) que nos van ofreciendo las autoridades sanitarias nacionales, o lo que diga el Hospital Johns Hopkins o los cálculos de Wordometers… al acabar esta crisis, vamos todos a obtener un grado o un máster en bioestadística, si hemos llegado a comprender el lío de cifras al que nos han acostumbrado.

Lo que está claro es que entre mediados de marzo y mediados de mayo, los registros civiles han alimentado el Sistema Momo, que compara las muertes diarias reales con las muertes esperadas (con unos márgenes de probabilidad) respecto a temporadas o series históricas pasadas. Aunque lleva usándose en España desde 2004, nunca hasta ahora había sido tan nombrado. Esa fuente de información nos ha mostrado un 55% de muertes “de más”, que no eran de esperar si no hubiera habido ninguna circunstancia “extraña”.

De todas formas, habrá que ver cuántos de esos fallecidos son realmente provocados por el Covid-19. Porque, claro, no es lo mismo que una persona al fallecer sea Covid-19 + y haya muerto, por ejemplo, de una complicación de su insuficiencia renal o de una sobreinfección nosocomial (por una de esas bacterias con “mala leche” que viven en los hospitales, y más en las UCIs), que si ha muerto por una disfunción generada directamente por el bichito dichoso.

¿Se llegará a estudiar este tipo de cosas? Porque para llegar a un diagnóstico certero, es imprescindible el estudio anatomopatológico… O sea, hacer una autopsia. ¿Cuántas autopsias se han hecho en España en los cuerpos de los finados en esta temporada? Porque, si no se realizan las autopsias de rigor, será muy difícil (y a la vez extremadamente sencillo) colocar cada caso en algún montón… y resultar creíble.

Si a esta dificultad le añadimos que ha habido casos, sobre todo al comienzo del proceso, inmersos en la presión asistencial por la saturación del sistema hospitalario, que habrán sido diagnosticados de Covid-19 y no lo hayan sido aunque tuvieran síntomas similares… ¡¡ya tenemos el lío montado!! Asumo que va a ser muy difícil llegar a desgranar el trigo de la paja en este tema, y llegar a enterarnos claramente de las consecuencias del coronavirus Covid-19 en la población.

Las cifras de mortalidad siguen siendo tozudas, colocando a nuestros mayores (>74 años) como blanco del virus. Pero hay un dato curioso que nos puede ayudar a ser conscientes de la cruda realidad de las residencias de ancianos, “pudrideros y morideros” de ancianos, según palabras del Dr. Juan Gérvas (ese acento no es un error, él lo escribe así para que la gente no le llame Gervás).

¿Por qué critica de esa forma a las residencias este insigne colega? Pues se le puede entender cuando muestra las siguientes cifras:

  • Si partimos de que hay en España unos 9 millones de personas mayores de 65 años.
  • Si sabemos que unos 8’6 millones de ellos viven en sus casas o con familiares, y unos 400.000 viven en residencias o asilos.
  • Contando que a fecha 11 de Mayo, el número de personas mayores muertas por Covid-19 ha sido 20.527.
  • ¡¡¡Atención!!! De esos 20.527 muertos, 17.642 estaban en residencias (4.410/100.000), y “sólo” 1.900 de los fallecidos vivían en sus domicilios o con familiares (22/100.000).

¿Os explicáis ahora los epítetos que emplea mi colega al referirse a las residencias españolas? Dice que en Ávila (no tengo claro si en la ciudad o en la provincia), el 85% de los muertos  (manejaba fechas de 11 de Mayo) eran de ancianos en asilos.

El subtema mascarillas también está siendo un filón de noticias y comentarios, tanto en los medios de comunicación como en la esfera propiamente científica. Yo lo tengo claro: la medida, tal y como la han implementado y en el momento en el que la han implementado, no sólo no sirve para nada sino que puede llegar a ser contraproducente para la salud de ciertas personas.

La mascarilla “normal”, la que repartían por los autobuses y se compra en farmacias por 0’96€, sabemos que su malla es de tamaño desproporcionado si la comparamos con el diámetro del Covid-19 (100-160 nanómetros). Es como si pretendiéramos parar a los insectos instalando una verja de forja en la ventana de una casa.

Sirven, en todo caso, y eso ya ha sido dicho por las autoridades sanitarias, para evitar que una persona contagiada y sintomática lance gotitas de saliva rellenas de Covid-19 al toser o estornudar sobre una persona sana y la contagie. En el sentido inverso, la persona que porta una de esas caretas para protegerse… ¡¡mejor que lo olvide!!

Será bueno, repito, tener en cuenta el diámetro de los bichitos, junto al nivel de humedad generado en la mascarilla, que va, en todo caso, a retener todo tipo de bichitos aéreos y, a continuación, hacerlos inspirar, junto a que el aire inspirado va a estar más “cargado”, más empobrecido… En fin, “todo ventajas”.

Que una persona infectada asintomática (que no tosa ni estornude) se cruce conmigo y me contagie… ¡¡¡Vamos!!! Eso no me lo creo ni me lo creeré, sobre todo en sitios ventilados, abiertos, aunque no guarde la distancia de dos metros. Que me lo demuestren.

En cambio, además de producir una “suerte” de pequeña intoxicación respiratoria, una disminución en la riqueza de oxígeno y un aumento del CO2 de los gases respirados por las personas… es un medio permanente de mantener el miedo no sólo al bicho en sí sino también al contacto personal. Y eso, a mi modo de ver, es una aberración, una salvajada, sobre todo en los niños y en personas que ya tengan ciertos problemas de inseguridad personal. Están jugando con fuego… y siguen alimentando la hoguera.

Nuestros sistemas inmunes se enriquecen a través del contacto cuasi-permanente con los gérmenes ambientales, que nos han acompañado desde que el ser humano habita este planeta. Se ha comprobado en infinidad de ocasiones que los ambientes “excesivamente” puros, asépticos, generan un debilitamiento del sistema inmune.

Como siempre comento a quien quiere escuchar (a quien no, no pierdo mi tiempo en el intento), las medidas a tomar deben dirigirse fundamentalmente a la población de riesgo (personas mayores y con multipatología) y en los entornos de riesgo (por ejemplo, hospitales), no en el campo, en plena naturaleza.

Hoy mismo he visto  en bicicleta a un hombre que tendría más de 75 años, con su mascarilla puesta, y ni un alma a decenas de metros alrededor, con un sol de achicharrarse a las 12h30’ de esta mañana. Niños pequeños que salen a la calle de la mano de sus padres, todos bien enmascarados… en unas zonas de paseo sin aglomeraciones… Sigo alucinando. Ellos son los “bien vistos” por la población obediente, y yo puedo ser un psicópata y sociópata que no le importa contagiar a otras personas… y que haya que denunciar.

El otro día leí la opinión de un jefe de infecciosas de un hospital catalán en la que desaconsejaba la medida impuesta por las autoridades, sobre todo en estos momentos en los que la epidemia está dando sus últimos coletazos, aunque él se pone la mascarilla disciplinadamente. Y tiene razón en su objeción.

En la localidad donde vivo, Peñíscola (algo más de 8.000 personas censadas), existe un cálculo de afectados (en la página web donde he visto ese mapa de España no se afina si sintomáticos o no, por lo que creo que serán sólo posibles infectados) de un 0’005% de la población. O sea que, en el peor de los casos, en mis paseos me voy a encontrar de bruces con 0’4 personas (no llega a una persona) que ni me toserá ni estornudará en mi cara (puesto que es asintomático)… ni se me acercará, porque yo no voy enmascarado.

En Navarra, según las gráficas del sistema Momo, el exceso de muertes concluyó hace ya más de un mes, hacia el 18 de Abril. Y, con diferencias de alguna semana, esta normalización está generalizada en todo el Estado. ¿Por qué precisamente ahora les ha dado por meternos la dichosa mascarilla, indiscriminadamente, quieras o no?

Creo sinceramente que los Carnavales ya se quedaron atrás en el calendario.

Salud para ti y los tuyos.