¿REALMENTE LA RED 5G ES INOCUA?

Tecnología 5G. IMAGEN DE ARCHIVO

Como durante este confinamiento me paso tanto tiempo frente al ordenador, pasan ante mí temas variopintos. Pero, en cuestión de unos días, me han llegado varios mensajes y noticias sobre la realidad del 5G, esa nueva red digital de quinta generación que se está desplegando en 15 ciudades españolas.

Y la cuestión que se plantea en esos mensajes es la salubridad o insalubridad de esa realidad electromagnética, tanto para el ser humano como para el resto de los seres vivos del planeta.

Como uno de los mensajes “virales” que me ha llegado por WhatsApp por diferentes vías trata de una “quedada” para el miércoles 15 de Abril a las 20h30’ (hora española) en las ventanas de nuestras casas, tipo a los aplausos o caceroladas ya conocidas por otros motivos, y a ser posible con carteles alusivos al desacuerdo respecto a la instalación de la red 5G, me hago eco aquí de esa convocatoria.

Ya hice referencia en mi anterior artículo “El Coronavirus y la Conspiración (1)” a este fenómeno del 5G (a no confundir con el grupo de naciones G5), al relacionar ese factor común que es la ciudad de Wuhan en cuanto a que es una de las primeras ciudades chinas en estar invadidas de antenas 5G, ciudad que alberga dos laboratorios que “juegan” a los virus y huelen a investigación de armamento biológico, y que fue aparentemente el primer foco epidémico de coronavirus.

Como ya he escrito en otras ocasiones, yo no soy un técnico en telecomunicaciones ni un bio-físico pero, como profesional de la salud “de a pie”, cada vez que se plantea un “avance” en el campo de las ondas y frecuencias, me entra un “repelús”. No lo puedo evitar.

Tampoco puedo olvidar que nuestros organismos son, si hablamos sólo desde un punto de vista biológico, un conjunto integrado de sistemas funcionantes con energía eléctrica; con lo que conlleva la existencia del campo electromagnético que nos rodea. Es lo que se denomina, en otros ambientes, nuestro aura. Con lo que toda realidad electromagnética, sea de la estirpe que sea, nos va a afectar, sí o sí, aunque no nos enteremos conscientemente.

Al buscar y mostrar informaciones sobre la salubridad o insalubridad de esta red 5G, no estoy refiriéndome a los efectos ionizantes del 5G, que parece que no los tienen las radiaciones en esas frecuencias; ni exclusivamente a los efectos térmicos, el mero calentamiento, que produzcan sobre nuestra piel (se podrían obviar con el uso de auriculares o hablar en modo “manos libres”). Me estoy refiriendo a la sospecha de que haya otra serie de efectos no estudiados causados por esas ondas milimétricas; unos efectos que no se han estudiado y, lamento decir, no creo que se estudien a corto plazo. ¿Y por qué creo eso?

Para realizar un estudio de este tipo “como Dios manda”, sería necesario estudiar dos grupos de personas a lo largo de un montón de años (10, 20, 30…); uno de los grupos sometido a esa radiación y otro grupo de control, sin estar sometido a ella. Como se puede comprender, la agenda de las empresas de Telecomunicaciones va mucho más deprisa (ya están estudiando la 6G aunque la intenten colocar allá por 2030… O sea, pasado mañana).

Pero se han realizado estudios sobre bacterias (y para ello no han necesitado 20 años) que evidencian cambios en diversas características: disminución de su crecimiento, diferente comportamiento frente a antibióticos…

Se han realizado estudios también sobre poblaciones en relación a la cercanía o lejanía de las torres de antenas de telefonía móvil, observándose cambios en el ADN de cultivos de linfocitos de las personas con mayor proximidad a dichas antenas. Y ya sabemos que los cambios en el ADN son la antesala de un posible cáncer.

Estos estudios, efectivamente, debieran comprobarse con otros realizados a largo plazo y juntando las diversas evidencias obtenidas por causas aisladas, por lo que no me parece “tan alegre” ni tan “conspiranoico” pedir una moratoria en la puesta en funcionamiento de esta red 5G, en base al principio de precaución.

La cuestión es que, en lugar de esperar y estudiar a fondo, con tiempo suficiente, los posibles efectos perniciosos del nuevo sistema (¡¡¡ojo, que los anteriores 4G/3G/… tampoco se han estudiado convenientemente!!!), se está siguiendo la tendencia de “el último es el más tonto”, esperando que no salga ningún contratiempo sanitario importante en el recorrido hacia el “internet de las cosas” y el imperio del “gran hermano” que dé al traste con el control digital de la población.

Es muy fácil tachar de charlatán, “magufo” o “perroflauta” a cualquier persona que se preocupe por estos temas y defienda la necesidad de ser más precavido en la toma de decisiones que afecten a la población en general por posibles peligros todavía no bien evidenciados. Todavía, el hablar claro sobre la posibilidad de aspectos desconocidos en estas materias, genera en la mayoría de estudiosos e intelectuales científicos una especie de sarpullido que supera el mero escepticismo sino que fomenta el atrincheramiento en sus posiciones.

Mientras tanto, veo necesario animar a los científicos a que estudien este tipo de cosas; veo necesario seguir mostrando en los medios que esta realidad no es “moco de pavo”, que cada vez hay más personas afectadas por este tipo de electrosensibilidades; que cada vez se ven más cuadros médicos que podrían muy fácilmente relacionarse con el ambiente electromagnético en el que vivimos: cánceres, alteraciones neurológicas de diferentes grados (desde insomnios, dolores de cabeza, labilidad emocional, nerviosismo…) a cuadros más diversos como dificultad de concentración, infecciones recurrentes por sistema inmune disminuido, alteraciones tiroideas, erupciones cutáneas, rigidez muscular…

Hay muchos colegas míos (médicos) que, incluso, no creen que esto sea así, que los campos electromagnéticos puedan afectar de esa forma, golpeando la salud de las personas hasta límites insospechados. Bueno, pues se calcula que hasta un 3-5% de las personas podría estar actualmente en esta situación. Existe una variedad muy grande en la intensidad de estos cuadros médicos, por lo que en las fases iniciales pueda no ser evidente la relación ente los síntomas y el ambiente electromagnético.

Es inadmisible que los rangos con los que se miden los límites de exposición a la realidad electromagnética, en España, se mantengan en unas cifras estipuladas nada menos que en el año 2001. ¿Tiene algo que ver la realidad electromagnética española actual con la realidad ambiental de 2001? ¿qué se sabía entonces sobre las diversas redes electromagnéticas que en estos momentos interactúan constantemente, día y noche, con nuestros cuerpos?

 

¿En otros países son más tontos o más listos al cuantificar esos límites mucho más bajo que en España? ¿Seguirá siendo real ese latiguillo que decía eso de “Spain is different”?

 

¿Seguirá pasando lo mismo que sucede con la industria farmacéutica, que saca medicamentos “con todas las garantías” y a los años se ve que no, que no se habían tenido en cuenta una serie de alteraciones que generan cánceres o muertes como efectos adversos? ¿Nuestra memoria falla tanto? ¿Os acordáis de aquel anticonceptivo que provocaba cánceres? ¿el riesgo de diabetes por la toma de estatinas?… ¿el abuso en la toma cronificada de esos protectores del estómago (Omeprazol y similares) que, en realidad, no lo son, y que pueden inducir problemas cardíacos, neurológicos, renales…? Por no remontarme a las dolorosas secuelas de la Talidomida

Y no creáis que el asunto se restringe a las farmacéuticas, no. Esta dinámica de jugar a ser el más listo, sucede en prácticamente todos los órdenes de la industria, donde prevalece la producción, la ganancia, el lucro, sin importar tanto la seguridad y el respeto hacia los seres humanos.

(continuará)

Salud para ti y los tuyos.