¿Y AHORA QUÉ?

Test covid-19. IMAGEN DE ARCHIVO

Yo, al menos, estaba esperando los primeros resultados del macro-estudio del Ministerio de Sanidad para ver cómo pintaba la cosa en cuanto a la extensión del coronavirus. Y, aunque son unos primeros resultados parciales, a la espera del inmunoanálisis en laboratorio, se constata una realidad.

Al bichito le queda un largo recorrido entre nosotros, dado que, como media, parece que sólo alrededor de un 5% de la población (con diferencias sustanciales entre zonas geográficas) posee inmunoglobulinas IgG frente al coronavirus.

Para el público en general, es necesario aclarar una cuestión previa respecto a las inmunoglobulinas. En la respuesta inmune, para simplificar, hay dos tipos de inmunoglobulinas: las IgM, que son de respuesta rápida y nos indican que la persona está en una fase activa de infección, y las IgG, que el organismo las produce después de unos cuantos días del contacto y duran… lo que duren (¿meses, años?).

En este estudio se han contemplado esos dos grupos de sustancias defensivas, pero parece, según el propio testimonio leído en el documento del ministerio, que ha habido algún problema de lectura en las IgM… y, al menos en los primeros resultados, no se han tomado en cuenta para obtener ese 5% que he mencionado al comienzo del artículo.

De todas formas, en el anexo 2 del documento aparece una tabla con los datos de los dos grupos de inmunoglobulinas (IgG e IgM) por provincias… pero no se les ha ocurrido mostrar el porcentaje global de todo el Estado. ¿No se les ha ocurrido? ¿De verdad? Pues a mí me hubiera gustado verlo.

Mirando las cifras de Navarra, mi tierra de origen, en el recuento de IgG sale una proporción de 5’8%, y en el recuento de los dos grupos de inmunoglobulinas (IgG e IgM) asciende a un 7’6% de los navarros, en los que se les ha detectado algún tipo de defensa frente al virus en cuestión. Bueno, me parece que hay una diferencia sustancial, que no sé a qué cifras llegaría a nivel nacional, en lugar de ese 5% que conocemos.

Ya he comentado la variabilidad de cifras por zonas geográficas. Tenemos un máximo de inmunoglobulinas en Soria, con un 16’3% de la población, y un mínimo en Huelva y Ceuta, con un 1’6% de sus poblaciones. Habrá que ver qué factores son los causantes de esa gran diversidad en la creación de defensas.

¿Qué se intentaba obtener a través de este estudio epidemiológico? Según parece, datos que pudieran orientar a las autoridades a la hora de trazar rutas de cara a la vuelta a la normalidad.

¿Y qué podemos inferir el público normal con semejantes datos? Lo primero a deducir es que el contacto con el germen, lo que causa la aparición de esas inmunoglobulinas, no ha sido tan grande como se esperaba.

Eso quiere decir lo siguiente:

  • O bien el virus es tonto a la hora de expandirse (y ya se ha demostrado que no, que tiene una contagiosidad notable).
  • O no ha habido tantas ocasiones como para que el virus se haya extendido entre la población (me imagino que el confinamiento espartano al que nos han tenido durante más de mes y medio habrá servido para algo, ¿no?).
  • O ha habido contacto con el bicho pero los sistemas inmunes del personal no han pasado la ITV y no generan inmunoglobulinas. Perdonad pero tenía que poner también esta posibilidad, aunque no es verosímil.
  • Oooooo… no se me ocurren más posibilidades.

Bueno, pues yo me quedo con la segunda opción, que el confinamiento al que se nos ha sometido ha cumplido su función de limitar la expansión espontánea de la epidemia, achatando la dichosa curva de afectados y permitiendo que la sanidad española dejara de estar colapsada.

Pero esta realidad nos lleva a la pregunta del título del artículo: ¿y ahora qué? Pues según parece, si se mantiene el distanciamiento social general, el virus lo vamos a tener con nosotros hasta la eternidad, pues siempre va a haber personas que no dispongan de defensas frente a él y serán huéspedes idóneos para desarrollarse, manteniendo la curva achatada pero viva durante mucho tiempo…

¿Consecuencias de todo esto? El colapso social y económico, y el declive de la humanidad como especie, restringiendo su existencia a pequeños reinos de Taifas, tan pequeños como los habitantes de un domicilio… Eso es no sólo inviable sino totalmente pernicioso.

Ya he comentado en otros escritos mi opinión, sin ser epidemiólogo,  de que me parece más oportuno centrar las precauciones sólo en las poblaciones de mayor riesgo, ancianos y personas con diversas patologías, y dejar que la comunidad funcione aunque fuera a un ritmo menor.

Es de imaginar que, con esas precauciones más limitadas a los sectores de riesgo, la curva de afectados aumentaría… se enfermarían los que se tuvieran que enfermar, pero con unos sistemas defensivos eficaces (como para no caer en cifras de mortalidad elevadas) que llevaría a un acortamiento de la epidemia.

Sé que no es fácil llevar a la práctica este tipo de cosas, ya sabéis cómo funciona la política en la actualidad…, pero lo que está en juego, según mi opinión, es algo de connotaciones mucho más amplias, que ni siquiera las personas “normales” se lo llegan a plantear.

Según veo, están en juego varias cosas, que voy a ir desgranando en diversos escritos. Se ha construido una guerra total frente a un virus cuando la Humanidad (y la pongo en mayúscula) ha estado en contacto con virus diversos durante toda su existencia… y aquí estamos. ¿Que es una variante nueva? Bien, pues nuestro sistema inmune se hará cargo de ello… como siempre lo ha hecho.

En lugar de marear la perdiz diariamente sobre el listado de muertes, sobre si no sé quién ha sido multado por poner en peligro a la comunidad al saltarse el confinamiento o la distancia “de seguridad” entre personas… más valdría prestar atención a quién o quiénes  han sido los responsables de haber puesto este nuevo virus en circulación.

Se sabe que en unos cuantos países existen laboratorios donde “se juega” a los nuevos virus con doble finalidad: ofensiva (obtener armas biológicas) y defensiva (patentar vacunas frente a esos mismos nuevos gérmenes). Y está documentado que los accidentes por errores humanos son bastante más frecuentes de lo que debería suceder en semejantes escenarios.

Por ejemplo, en la reunión que se hizo en 2017 para la Convención de Armas Biológicas, salió a relucir un informe en el que, en una estimación conservadora, la probabilidad de liberación en la comunidad de un virus de la influenza aviar altamente patógeno (60% de muertes) es de aproximadamente un 20% para al menos uno de cada 10 laboratorios que los manejan, durante un período de 10 años de desarrollo e investigación de este tipo de patógeno.

¿Estamos tontos o qué? Las mismas personas que planean, invierten, construyen y manejan lo que sucede en esos laboratorios son los que ahora nos imponen las normas a nivel global para nuestra “supervivencia”, desplegándolas por todo el mundo a través de los medios de comunicación y atemorizando a la población.

Vamos a potenciar nuestra inmunidad individual en lugar de fomentar el miedo al contacto humano. Es ampliamente conocido (y olvidado) que cuando nos desinfectamos “por completo”, por ejemplo en el cuidado de nuestros bebés, generamos un sistema inmune más empobrecido y, a la vez, más hipersensible al exterior… (por ejemplo, generando terrenos alérgicos, enfermedades autoinmnunes,…). No me tenéis que creer, está en la literatura médica si queréis investigar.

Volvamos a la normalidad cuanto antes, no a esa “nueva normalidad” sacada de la manga de unos gobernantes que siguen el mandado de quienes realmente cortan el bacalao en este mundo.

Salud para ti y los tuyos.