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ENTREVISTA AL ARTISTA VISUAL JAVIER FLORES - PARTE 1

“LA SOLEDAD, EL SILENCIO, LA ABNEGACIÓN SIEMPRE FUERON HABITUALES EN EL DÍA A DÍA DEL ARTISTA”

Javier Flores (1969, Doña Mencía, Córdoba) es artista visual y gestor cultural de arte contemporáneo afincado actualmente en Aldea de Sileras, Córdoba. Hemos tenido el placer de poder acercarnos tanto a su trabajo como a su sincero y honesto pensamiento en un momento de incertidumbre y de temblor sociocultural.

1.Retrato junto a _Dibujando el otoño en el aire_
Retrato junto a 'Dibujando el otoño en el aire'. AUTOR: JAVIER FLORES
“LA SOLEDAD, EL SILENCIO, LA ABNEGACIÓN SIEMPRE FUERON HABITUALES EN EL DÍA A DÍA DEL ARTISTA”

2.Retrato caleidoscopio

¿Cómo se inició en el mundo del arte?

Las causas y los azares con que sucedieron las cosas en los primeros pasos por la vida fueron determinantes, consecuencia de esto se generó un modo de ser y estar en el mundo, y de ahí deriva todo. Son los deseos insatisfechos, las felicidades cercenadas, los varapalos que azotaron los sentimientos más profundos, las frustraciones, los traumas… todos aquellos movimientos sísmicos que agitaron el fuero interno, los que generaron la necesidad de lo artístico.

Un primer recuerdo en este sentido es que de pequeño viví obsesionado con la idea de volar, de construir unas alas, una cometa, algún artilugio que me permitiera levantar los pies de la superficie terrestre. Hoy en día encuentro que piezas como “alas de libélula”, “alas de cigarrón”, “el hallazgo del entomólogo” están directamente relacionadas con este sentimiento. Atisbar el mundo desde las alturas, vencer la gravedad que nos tiene anclados a la superficie terrestre y nos impide ver más allá, imitar algo que con tan envidiable facilidad realizan los pájaros, es un deseo arrebatador de metafórica trascendencia que me subyugó durante años y que debió arraigar con fuerza en el inconsciente. Tiempo después quedé fascinado por las personas que fueron pioneros en ello, como es el caso de Abbás Ibn Firnás, el primer hombre que logró volar unos minutos en la Córdoba califal ayudado de unas alas de tela con forma de murciélago; o más tarde con los estudios y proyectos de artefactos diseñados por Leonardo da Vinci. Todo ello da cuenta que la pulsión por levantar los pies de la tierra debe ser tan antigua como la humanidad.

Por otro lado, vivía en un lugar privilegiado, una pequeña localidad de la Sierra Subbética cordobesa llamada Doña Mencía: espacio lleno de posibilidades que ante mí se ofrecían como los paseos por el campo al salir de la escuela, la construcción de un choza sobre una higuera o de un chamizo con cañas y cartones, la búsqueda de fósiles, el misterio peligroso de las cuevas en que nos adentrábamos. Fueron aquellas vivencias rurales y sencillas, en el seno de una naturaleza rica y diversa, las que dejaron una fuerte impronta en el recuerdo: reconocer las especies vegetales, mirar al trasluz las nervaduras de las hojas, observar las retículas filamentosas de las alas de los insectos que encontraba en el campo, vivir entre mares de olivos… Un imaginario de formas, que debidamente tamizado por esa herramienta selectiva que es la memoria, conformó la iconografía de cuanto es sutil, delicado y efímero, que intento dar forma hoy a través de mis esculturas. La infancia es ante todo un estado mental, algo que se presenta como un espacio y un tiempo inundado de gozo, donde se respiraba un aire puro bajo un cielo azul, y los días fluían en armonía con uno mismo. Tengo hoy dudas de que aquel paraíso realmente existiera, llego a pensar que más bien ha sido una creación posterior, un asidero al reducto de bienestar que precisa el intelecto, frente a las adversidades que después me tocó vivir.

Por una serie de razones, mi madre que era maestra la destinaron a Buñol (Valencia), y por ser pequeño, me vi obligado a desplazarme con ella. De este modo, todas aquellas vivencias del sur andaluz se transformaron en un “paraíso perdido” que me fue súbitamente arrebatado. Alejado de ese contexto rico que explorar, comenzó un tiempo de ensimismamiento, de introversión, de indagación en uno mismo, donde no vi más remedio que invertir las largas tardes en dibujar, leer, recordar; generar unas vivencias que sustituyan de algún modo aquella felicidad perdida con el fin de recobrarla, generar unas imágenes que me devuelven aquello que ya no tengo cercano, vivir (aunque sea imaginariamente) aquello que ya no estaba a mi alcance. Es entonces cuando empezó a surgir la semilla del arte.

Más tarde vino la adolescencia, donde los intereses eran muy otros, y aquí también se produjeron una serie de hechos que hoy considero cruciales y que se resumen en una serie de fiascos sentimentales, de frustraciones dolorosas, alguna de éstas verdaderamente traumática, que me hicieron conocer el sabor amargo del fracaso, lo inestable que es entonces el mundo bajo los pies, y lo fácilmente que cambia la existencia en tan sólo un instante. Ya con cierto hábito en buscar en las imágenes las respuestas que la existencia no me concede, lo que viví como una primera depresión tuvo como resultado un proceso de introversión aún más profunda, de indagación personal, y de autoconocimiento en definitiva a través del arte. El estado mental ya lo tenía porque el conflicto habitaba en mi interior, la plástica se convierte en el pretexto que la razón precisa para evitar la autodestrucción, la necesidad creativa se va imponiendo como un antídoto frente a la desesperación y un modo de encontrar un sentido a la existencia.

En definitiva, son estas las circunstancias que conformaron un modo de ver la vida y de afrontar el hecho creativo, donde aún hoy sigo encontrando la explicación a muchas preguntas. El resto vino por añadidura, los estudios de Bellas Artes en Sevilla, las personas que conocí, los primeros referentes e influencias; no tienen más importancia que seguir el lógico devenir de un camino por donde ya me había acostumbrado a transitar.

22.Performances de luz (3)

Como artista visual, ¿qué le aporta al arte contemporáneo y que le aporta el arte contemporáneo a usted?

El arte es una droga, capaz de generar una dependencia extrema y sin embargo necesaria, sin la cual no puedes vivir. Como cualquier estupefaciente, produce una alteración de la razón y de la consciencia, que a fuerza de perpetuarse conlleva unos efectos secundarios adversos. Pero como ocurre con tantas drogas, es preferible consumirla a vivir una realidad plagada de sinsabores, frustraciones y decepciones que desemboca en lo autodestructivo. Es el estímulo imprescindible para sobreponerse al devenir de las cosas, para torcer la mirada ante los hechos y atisbar un mundo con el que te puedas congratular, una renuncia a lo vivido y un deseo de búsqueda de lo que está por vivir, la capacidad de sorprenderse de uno mismo, de construir un mundo propio.

Sobre lo que yo pueda aportar al panorama actual creo que no soy la persona más idónea para objetivarlo. Apreciar esos aspectos con una mínima ecuanimidad debería ser labor de la crítica, una actividad que tiende a desaparecer por desgracia. No obstante, pienso que un sustrato de coherencia está en la base de lo que me propongo. No soy un artista que busca en horizontal, aquí y allá, tocando muchos terrenos diversos sin comprometerme con ellos. Más bien me veo como un artista que trabaja en vertical, como el arqueólogo que excava en un lugar profundizando y estudiando los hallazgos. Suelo trabajar en torno a una determinada poética hasta casi agotarla, para extraer de ésta el máximo de conclusiones y a su vez, ramificarlas y diversificarlas dentro de ese contexto concreto. La obra no se desarrolla sólo en la superficie de su materialidad, lo que no deja de ser su epidermis; más bien hay otra dimensión igualmente importante que es su conceptualidad, el campo semántico que sea capaz de abordar, y que suscite pensamientos en el espectador. Ese punto entre lo estético (que no elude la belleza pero tampoco incurre en concesiones) y el significado que apele directamente al observador, es el equilibrio que me propongo aportar al panorama.

Confieso que últimamente he pensado mucho en este aspecto: ¿cómo sería mi vida si no me hubiera dedicado a la creación? ¿Hubiera sido quizá más dichoso de no haber caído en esta droga? ¿Tanto tiempo dedicado, tantos esfuerzos, han valido la pena verdaderamente? Y la respuesta la he encontrado en mi propia huella dactilar, un laberinto intrincado de líneas que se retuercen como un torbellino en una espiral central, surcada al tiempo de varias cicatrices por donde se cuela el dolor de las heridas que las causaron. Creo que esta serie de obras que se llama “Mi huella”, “Yo resquebrajado” o “Fisuras en la identidad”, resumen bastante bien el doble sentido que tiene la expresión “dejar huella”, tanto con mi pulgar como con mi obra, ambas maltrechas, apenas visibles, de tortuoso recorrido.

Soy consciente que no es un modo de actuar que se dé la mano con el presente, más interesado en la cultura del espectáculo, sondeando términos fácilmente comprensibles y que desprendan emociones de un modo inmediato. La ironía posmoderna llena de desconfianza ante el positivismo de las vanguardias, la superficialidad pop preñada de frivolidades epatantes y triviales, no son precisamente los aspectos de la contemporaneidad que más admiro. Muchos artistas jóvenes me miran de soslayo, como recelando de mi actitud a contracorriente y califican de críptico lo que simplemente elude la superficie o tiende a la profundización. El panorama contemporáneo es algo tan disperso y atomizado, parecido a un bosque cuya abundancia de vegetación no te deja ver el horizonte. Pero como todo bosque, está lleno de sorpresas, de encuentros gratos con los que tropiezas y que te dejan perplejo por la fuerza que alcanzan algunos/as artistas. Salir a ver exposiciones se parece al trabajo de campo del botánico, puede salir y encontrar especímenes insospechados y preciosos, o volver a casa con las manos vacías y el ánimo lleno de melancolía.

12.Ad vitam. La memoria

¿Qué papel establece como agente en el arte contemporáneo? ¿Qué intereses tiene y qué compromisos siente con ello?

Bien es sabido que he desarrollado cierta actividad como opción creativa en la gestión cultural, en lo que se refiere a creador junto al ayuntamiento de la localidad en que nací de DMencia, muestra de arte contemporáneo que ha concluido su 22ª edición; o la puesta en marcha y coordinación junto a la Fundación Rafael Botí de Periféricos, la puesta en común de los proyectos más significativos que se dan cita en la provincia de Córdoba. Todo ello, junto a una larga serie de comisariados de exposiciones, intervenciones urbanas y encuentros, en los que he actuado como intermediario entre instituciones y el sector creativo. El interés principal es la puesta en valor del mundo rural como un activo más de la contemporaneidad, lejos de las visiones costumbristas y anacrónicas, los pueblos pueden ser sinónimos de progreso y contemporaneidad. Estas actividades se produjeron mucho antes de la revuelta de la España vaciada, pero encajan perfectamente con estos intereses y pretenden dar respuesta a la asimétrica distribución de los recursos culturales en los territorios. Si las personas que vivimos en el mundo rural contribuimos en la misma medida que el resto de los ciudadanos/as al sostenimiento de las instituciones culturales ¿por qué la cultura contemporánea parece ser patrimonio exclusivo del mundo urbano, y apenas tiene presencia en los pueblos? Pienso que esta reflexión se da con una especial incidencia en el sur de la provincia de Córdoba, donde a lo largo de los años se ha dado lugar a un curioso fenómeno, como es la existencia de una gran concentración de proyectos artísticos en pequeños pueblos y entornos de naturaleza.

     El segundo compromiso al que trato de dar respuesta ya desde mi obra personal, es a la crisis ecológica, la necesidad de cuidar los recursos naturales, de consumir con responsabilidad y nunca por encima de lo que es sostenible, la empatía con los animales no humanos tan cercanos en muchos aspectos a los animales humanos, de apreciar la belleza de las formas de la naturaleza y cómo ello es extrapolable a la naturaleza humana.

18.Thoreau 1816-2016. Valdelarte

¿Cómo nace la inspiración que le motiva a crear sus piezas?

Más que inspiración creo en la transpiración, el trabajo, el sudor, el esfuerzo, la constancia. Puesto que sigo una estrategia de profundización en una poética concreta, siempre hay un conjunto de preguntas a las que trato de dar respuesta a través de la obra, lo que obviamente nunca consigo. Es ese vacío que se genera ante el deseo insatisfecho que hay en toda obra concluida, lo que me lleva a seguir preguntándome y generando otras piezas que aspiran a esa plenitud inalcanzable.

 

5.Dibujando el otoño en el aire

Hay una serie de ámbitos y formatos que distinguen la práctica artística que produce, ¿cuáles son y por qué? ¿Cuáles son los conceptos que versan su obra? ¿Qué importancia tienen en la cultura visual actual?

Se puede decir que a lo largo de toda mi carrera, solo he cultivado tres poéticas, indagando en ellas hasta intentar extraerles todo su jugo. Éstas son: El laberinto como metáfora de la existencia: la representación del camino como uno de los símbolos ancestrales de la humanidad, que significan metafóricamente la vida como un recorrido en el espacio y el tiempo. Cuando estos derroteros adoptan una forma extremadamente intrincada se transforman en laberintos, llenos de esquinas, quiebros, callejones sin salida, perdederos… Imágenes que fueron conformando una iconografía muy personal y autobiográfica, expresada a través de distintos medios como el collage, el cual me permite expresar la discontinuidad de las formas que se disponen fragmentadas, superpuestas, ordenadas en estratos de profundidad (como si un antiguo palimpsesto se tratara) y cuyas capas se pudieran ir desentrañando a través de una suerte de mirada arqueológica. Muchos de estos collages, a su vez adquirían forma de cuadernos, estructuras de acero y cristal semejantes a los expositores de pósteres de los grandes almacenes, en los que las distintas páginas adquieren cierto sentido narrativo, de manera que la obra más que ser vista, es leída, y queda completa sólo en la memoria de quien la contempla. Fueron estos cuadernos un mestizaje de distintas disciplinas que dan como resultado un híbrido entre pintura, collage, grabado, instalación y literatura. Otro medio diferente fue la serie Jugando a buscar el centro consistente en unas esculturas materializadas en hierro, parecidas a esos juegos con que suelen jugar los niños, con forma de laberinto en el que discurre una bolita que ha de llevarse al centro, o por el contrario, conducirla hasta la salida, proporcionando una percepción lúdica de la obra que implica muy activamente al espectador. De toda esta poética, quizá la obra más sobresaliente fue Ad vitam, consistente en la instalación de un laberinto de grandes dimensiones con paredes y suelo de metal, donde el espectador se va introduciendo y encontrándose con situaciones que le hace reflexionar sobre aspectos de la existencia como la fortuna de nacer en un lugar concreto, la infancia y el juego, las sillas vacías y borrosas que representan a las personas que ya desaparecieron de nuestras vidas, el mundo de las sombras bajo una especie de túnel, la memoria como un armario con cajones que a su vez alberga fragmentos de laberintos, hasta concluir con un vanitas que traza la silueta de huesos humanos, como lo único que resta de quien estuvo vivo, al final del laberinto de la vida.

     Abandoné este cuerpo de obras para introducirme a finales de la primera década del siglo actual en una problematización del lenguaje. Imbuido por las lecturas del filósofo francés Michel Foucault, quien a través de sus estudios de la arqueología del lenguaje nos daba cuenta de que “las palabras y las cosas se mezclan en lo escrito”, de modo que podemos encontrar un significado (que es la cosa real a que éstas aluden) y por otro lado, un significante (el símbolo que representa a esa cosa); el lenguaje es esa operación consistente en excitar la primera (significado) a través de la segunda (significante), pero ello no está exento de problemas, pues el lenguaje no es otra cosa que una herramienta que se interpone entre la realidad y nosotros mismos. Una herramienta que no es difícil de pervertir con el interés de manejar a las masas, por ejemplo, cambiando la palabra por un simple eufemismo y así pudiera parecer que se ha cambiado la realidad social. Más que dominar el lenguaje, somos dominados por él, y es por ello que conviene ser conscientes de sus múltiples trampas. Realicé múltiples piezas donde las letras aparentaban ser cuerpos erizados, espinas o cuchillas que se disponen en superficies con la clara intención de dejarte atrapado. Pero quizá la pieza más representativa en este campo es una performance titulada La casa del ser. Se trata de una pequeña casa construida con letras de madera en la que me introduzco y voy desmantelando hasta que todo cae al suelo, para después ir encontrando las letras con que construir un texto. En una clara estrategia deconstructiva, es la destrucción de la casa lo que da lugar a la construcción del lenguaje. Finalizaba disponiendo la frase de Martin Heidegger “el lenguaje es la casa del ser” dando cuenta que el poeta habita en la palabra. También están insertas en esta poética otras piezas escultóricas en las que construía un poema (por ejemplo sobre la avaricia), hacía unas fotos a esas letras de plomo preferentemente, y después formaba un objeto alusivo a ese concepto (en este caso concreto era una mosca). De este modo es el lenguaje lo que se transformaba en escultura, como si ese concepto abstracto fuera la materia real que lo conforma.

Desde 2010, acometo otro cuerpo de obra que tiene la preocupación ecológica como objeto de reflexión. La mayor parte son piezas que reflexionan sobre la decrepitud de la naturaleza, lo que resta de un cuerpo vivo cuando se descompone, por ejemplo las hojas que pierden su carne y solo quedan nervaduras filamentosas, desmadejadas aunque extremadamente delicadas; que materializo en fino acero y dispongo en la pared como un dibujo en el aire. También lo he desarrollado mediante series como “Sólidos platónicos” y “Thoreau, apuntes del natural”, e intervenciones y performances con elementos naturales. Creo que desde lo artístico tenemos la obligación moral de apelar a la conciencia del espectador, hacerle pensar sobre esta crisis medioambiental sin precedentes, la necesidad de no convertirnos en depredadores de los recursos naturales sino de sostener un equilibrio, mediante el cual no consumamos más que lo que la naturaleza regenera, y así dejar un mundo mejor a las generaciones venideras.

 

_17.Cercenador de uno mismo

¿Qué metodologías y procesos emplea en la creación de sus obras? ¿Existe una experimentación previa a la materialización final de la pieza?

De modo general, me considero un artista que no hago apuntes, bocetos, o proyectos previos. Cuando he hecho un boceto, veo que en la primera idea hay una descarga de emociones, una pulsión inicial, que difícilmente se mantiene en la obra definitiva. Es por ello que no quiero restar ese primer apasionamiento a la obra, tratando de no hacer un ejercicio previo, sino que la descarga se produzca en la misma materia que constituirá el resultado final. Puesto que trabajo en poéticas de largo recorrido, siempre hay una temática que me ronda la cabeza, siempre hay un repertorio iconográfico que voy manejando. Se trata de ir diversificando dentro de esa homogeneidad, sondeando otras betas mientras que se profundiza en la misma mina.

Suelo mirar a mi alrededor, buscar las formas que encuentro en la naturaleza, incluso las que cultivo en mi huerto o en mi olivar, o los hallazgos casuales fruto de viajes o paseos.  El siguiente paso es un trabajo digital, es decir, me siento frente a un ordenador y voy dibujando la pieza mediante un programa de dibujo vectorial, con curvas bèziers. Cuando llego a una solución sobre la pantalla que me satisfaga, lo materializo en metal y para ello adopto soluciones industriales. Trabajo con diferentes empresas que se dedican al corte en acero, bien por tecnologías láser, o bien por oxicorte o corte al agua, según el resultado que quiero obtener. El producto me viene dado en planchas de metal de diferentes grosores, que debo trabajar después en el taller hasta conformar la apariencia deseada en cada obra. Cuando busco un resultado realista, suelo valerme de un trabajo de yunque y martillo, de torsiones, desbastados, pulidos y pavonados, que terminan transformando ese trozo de metal en algo que se asemeja enormemente a una flor, a un nido, a una vaina llena de semillas o a una ramita de la que penden numerosas hojas. Otras veces me inclino por un resultado más bidimensional, a la manera de un dibujo en el aire, que tendrá una pared como fondo sobre la que se ancle; en este caso el proceso es muy fino, trabajo con tecnología TIG de soldadura, sin aporte de material, cortando y soldando pequeños filamentos que dan lugar a formas muy delicadas. En ocasiones hago esculturas exentas y aquí es frecuente usar máquinas también industriales como plegadoras y cilindradoras, con las que los planos se despliegan por el espacio, expandiendo su dimensionalidad para ser apreciadas desde todos los ángulos de visión. Suelo extraer distintas pátinas al metal, bien oxidando con ácidos (lo que da el aspecto de que el tiempo se ha sedimentado en la obra), bien puliéndolo en una apariencia gris mate; a veces le añado aceite que calentado, fragua en el interior del metal y adquiere un tono gris azulado que llamamos pavonado; o incluso el acero inoxidable que meticulosamente pulido alcanza una superficie de espejo, con un brillo semejante a las joyas de plata. Lo impresionante es ver cómo las moléculas del acero pueden terminar adoptando terminaciones tan variadas.

A la hora de montar la exposición suelo pensarlo mucho, ver las posibilidades del espacio, pensar en los recorridos que tendrá la mirada de quien observa según las profundidades y líneas de fuerza de la sala, buscar modelos expositivos sorprendentes que permitan apreciar la obra sin desvirtuarla pero aportando novedades perceptivas, articulando el discurso mediante series, bloques temáticos e instalaciones.

 

11.Ad vitam

¿Emplea la misma metodología tanto en las piezas escultóricas como en las performáticas?

Son medios muy distintos que a mi entender, precisan metodologías diferentes. Entiendo el arte de la performance como una obra en la que no actúo o escenifico o teatralizo, sino que trato de ejecutar con naturalidad una acción premeditada. La performance presenta y no representa, es una frase que sintetiza esta visión: no se trata de representar una realidad objetiva o subjetiva ante el espectador (como sucede en mis esculturas) sino que más bien es la realidad misma lo que sucede ante el propio artista y el público. La acción es realmente vivida en un espacio y un tiempo presente, como experiencia única y sugestiva, con un alto voltaje emocional, capaz de impregnar al público mediante las sinergias.

Para ello, las soluciones que despliego son totalmente diversas. La mayor parte de las veces, me suelo basar en algo que me encuentro, como en SOStenible (2013) donde la idea me surgió en la calle, al ver un señor precedido de una nube de hojas de árboles, mientras que limpiaba las aceras con una máquina sopladora. Sólo tuve que añadir a ello un concepto sobre la sostenibilidad medioambiental y unos elementos matéricos, como es un adhesivo invisible, para que las hojas que yo mismo propulsé se quedaran pegadas a unos paneles con las letras S.O.S.

Otra pieza titulada La casa del Ser (de 2007) me fue encargada por Cosmopoética, un encuentro internacional sobre poesía que se desarrolla anualmente en Córdoba. En el mismo se dan cita poetas en diferentes lenguas de todo el mundo; es por ello que pensé en aquella frase de Martin Heidegger: El lenguaje es la casa del ser. Partiendo de una casa física, materializada en letras de madera, la destruía ante los espectadores, y con las mismas letras iba construyendo un texto entendible tanto desde el punto de vista del lenguaje plástico como literario: escribía por ejemplo “palabras de gozo, tachaduras para el sufrimiento, borrones en el olvido”. Cualquier persona, aunque no comprendiera con facilidad el español, me vería buscar cada letra dentro de un auténtico caos, al igual que el poeta busca la palabra idónea para la idea que pretende expresar en un claro ejemplo de sinergia. Es en definitiva una estrategia deconstructiva, pues partiendo de la casa física se transforma en la casa metafórica que es el lenguaje para el escritor: una destrucción que a su vez provoca una construcción.

Finalmente, desde 2015 planteo una serie de performances con luces provenientes de diferentes fuentes (puntero ultravioleta, bombilla de tungsteno, linternas con intermitentes, flash estroboscópico…) sobre unas superficies fotoluminiscentes que se impregnan de luz durante unos instantes, al igual que ocurre por ejemplo en las agujas de los relojes que se pueden ver de noche, de donde me surgió la idea. Juego con mi propio cuerpo a construir imágenes inverosímiles dejando impresas sobre las superficies determinadas partes de mí mismo, que en ocasiones combino con partes de maniquíes consiguiendo una suerte de ser híbrido. También me permite dibujar sobre las superficies, realizar stencils con la ayuda de plantillas, e incluso escribir para plantear preguntas a los espectadores. Considero este procedimiento como un medio en sí mismo, que me permite tratar diferentes temas, razón por la que he realizado desde 2015 una decena de piezas distintas, cada una con una reflexionando sobre una temática diferente (en general sobre la realidad y la representación a través de la luz), y con soluciones visuales variadas.

15.jardín interior . Sólidos platónicos16.Prisión de dolor.Thoreau, apuntes del naturaljpg

Más información sobre el artista Javier Flores en su página web: https://javierflorescastillero.es/

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