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Mi apoyo al Dr. Carlos González de la Cuesta

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Dr. Silvano Baztán G.
Mi apoyo al Dr. Carlos González de la Cuesta

Mi nombre es Silvano Baztán Guindo, doctor en Medicina por la Universidad de Navarra.

Como integrante de Médicos por la Verdad-España, siento la necesidad y me veo en la obligación de salir al paso de las críticas injustas que está recibiendo mi compañero el Dr. Carlos González de la Cuesta, jefe de Alergología del complejo hospitalario de Ourense por sus declaraciones respecto a la actual campaña de vacunación masiva.

Veo con una mezcla de tristeza e impotencia cómo las autoridades, tanto administrativas como sanitarias, entre ellas el Colegio de Médicos de Ourense y la Organización Médica Colegial, han salido de su silencio, un silencio cómplice de las decisiones acientíficas de nuestros gobiernos, tanto nacional como autonómicos, en relación a la gestión del caso Covid-19, y han arremetido contra un profesional que ha expresado su sincero sentir frente a una vacunación masiva totalmente irracional.

Ante una campaña de vacunación masiva es necesario que se contemplen varias premisas:

  • La presencia de una enfermedad infecciosa de una letalidad enorme e incontrolable.
  • La ausencia de cualquier tratamiento efectivo.
  • Que las vacunas fabricadas sean seguras y efectivas.

Estamos ante un cuadro Covid-19 que, en edades inferiores a 60 años, su índice de letalidad es menor a la letalidad por gripe:

  • Entre 0 y 39 años: supervivencia del 99’99%.
  • Entre 40 y 59 años: supervivencia del 99’84%.
  • Menores de 60 años: supervivencia del 99’93%.

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Por lo tanto, no es necesaria la vacunación masiva en un amplio sector de la población. Y la población con más riesgo, los más ancianos con pluripatología han sido cohortes muy poco estudiadas, junto a los niños pequeños. Entonces, ¿para quién es este tipo de vacuna Covid? ¿Por qué ese énfasis en vacunar compulsivamente a nuestros mayores con unas vacunas experimentales sin apenas estudios a medio-largo plazo?

¿Saturación en los hospitales? En el último informe del Ministerio de Sanidad que acabo de consultar, se contabiliza un 17% de camas hospitalarias y casi un 40% de camas de UCI ocupadas con casos Covid. ¿Hacemos memoria de las cifras habituales en cada invierno con las oleadas de gripe estacional? ¿Ya nos olvidamos tan pronto de las escenas repetitivas, año tras año, de pacientes encamados inundando los pasillos de urgencias y plantas de hospitales?

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Con una gráfica de sobremortalidad en rangos esperables (excepto en la Comunidad Valenciana y algo en Andalucía), no muy lejos de lo habitual en estas fechas del año, ¿dónde está esa crisis de alarma sanitaria nacional que cierra la hostelería y otros niveles de producción de riqueza nacional?

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Y respecto a la tan traída y llevada Rt, la variable que nos decía la capacidad de transmisión o contagio de una epidemia, a fecha de hoy está a niveles de 0’74, cuando con niveles inferiores a 1 se considera que una epidemia está en remisión…

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¿Dónde está la situación de alarma sanitaria nacional?

Respecto a la existencia de tratamientos eficaces frente a la Covid-19, tras el primer embate de esta enfermedad, allá en la primavera de 2020, los médicos de primera fila, tras observar la fisiopatología del cuadro gracias a las autopsias realizadas contrariamente al consejo de las autoridades sanitarias, han aprendido a tratar mucho más eficazmente a los enfermos por este proceso.

En este sentido, en la utilización de fármacos, sobre todo en las fases iniciales de la enfermedad, hemos presenciado una lucha sin cuartel  (rayando la caricatura) entre el imperio de la big-farma y el sentido común y la experiencia de colegas que en todo el mundo hacían uso de unos fármacos muchísimo más baratos y eficaces (como la Hidroxicloroquina combinada en un cóctel y la Ivermectina) que los fomentados por la industria (el milmillonario e ineficaz Remdesivir).

En estos momentos, con el uso añadido de corticoides, anticoagulantes, antibióticos dirigidos a las sobreneumonías bacterianas, y la aparente alta eficacia de una nueva sustancia que está por venir (el Aplidín), se cuenta con la batería suficiente de tratamientos como para neutralizar casos de Covid-19 y no esperar a la vacunación masiva. Todo eso sin mirar a otras sustancias absolutamente denostadas y apartadas, como tabú antediluviano, como el Dióxido de Cloro y el Ozono, y que están teniendo resultados allá donde se dignan abrirse a su estudio.

En cuanto a la supuesta eficacia de las actuales vacunas frente a la Covid-19, nos parece no sólo acertada sino una muestra de honradez profesional la posición del Dr. Carlos González de la Cuesta, negando la necesidad de la actual campaña de vacunación masiva.

Sobre todo, refiriéndonos a las actuales vacunas de ARNm, son verdaderos experimentos científicos de terapia génica. Y si nuestras autoridades sanitarias no lo quieren ver, habrá que ver qué motivos difícilmente justificables tienen para ello. Los cálculos rimbombantes de eficacia que muestran los laboratorios farmacéuticos se relacionan con la disminución del riesgo relativo de desarrollar esta enfermedad, una cifra comparativa porcentual, detalle éste que no se puede dejar pasar por alto.

Si nos ceñimos, en cambio, a la disminución del riesgo absoluto y al NNT, el número de casos a vacunar para que haya un caso efectivo tras la vacunación, que no es la disminución de la mortalidad ni de los casos hospitalizados graves sino la disminución de cualquier tipo de síntoma (fiebre y tos, por ejemplo), y vemos que deben ser vacunadas más 80 (hasta 114) personas para que se logre un único caso de disminución de la clínica leve-moderada de Covid-19... ya se me dirá dónde están realmente esos datos de eficacia de un hasta el 95% de los casos.

Y puestos a valorar la seguridad de las actuales vacunas frente a la Covid-19, me resulta muy curioso que se esté diciendo que apenas se están generando efectos adversos, cuando el registro de casos del sistema de farmacovigilancia español, como el VAERS norteamericano (los dos son sistemas pasivos de recogida de datos) son sistemas deficientes en cuanto a la recogida mínima de casos. Está descrito en la literatura científica que el mismo VAERS recoge menos del 1% de los casos reales de efectos adversos a vacunas.

Cuando los propios estudios sobre voluntarios sanos dejaron un reguero de efectos adversos, la mayor parte leves pero también moderados y graves…

Cuando los CDC norteamericanos utilizaron el sistema “V-safe”, un sistema proactivo, que sigue con controles telefónicos a los vacunados, un sistema mucho más fiable para mostrar la realidad de los efectos adversos, para monitorear los primeros días de vacunación en los EEUU, y se vio que al quinto día, el nº de efectos adversos que requirieron de asistencia médica especializada y la imposibilidad de llevar a cabo las actividades normales en el ámbito laboral fueron del 2’79%…

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En España parece que, supuestamente se han empleado placebos en lugar de las mismas vacunas, pues parece que las reacciones adversas han desaparecido del mapa. El sistema de farmacovigilancia español cifra las notificaciones recibidas en el 0’15% de las vacunaciones. Las dos posibilidades que veo son: o ha sucedido un milagro (que no lo creo), o no se están contabilizando las reacciones que están ocurriendo en las personas vacunadas.

Están muriendo ancianos en residencias justo a los pocos días después de recibir alguna de las dosis vacunales. En la prensa se ha mostrado la aparición de brotes en residencias hasta ahora libres de Covid-19, justo después de las vacunaciones. ¡¡Qué pasa!! ¿Se les vacuna a personas que ya están con un pie en la muerte? Porque todavía no he visto que nadie (y me refiero a las autoridades sanitarias y gubernamentales) se haya planteado, como lo hicieron en Noruega tras ocurrir lo mismo, la posibilidad de que hayan muerto como consecuencia de algún fenómeno inflamatorio o cardiovascular relacionado con las vacunas… ¿Es tan descabellada esta idea?

El silencio de nuestro sistema colegial ha sido unánime a la hora de plantear la menor duda ante la inefectividad de la prueba PCR como diagnóstico de casos nuevos (y sobre todo en personas asintomáticas) con los niveles de amplificación tan elevados como se han estado realizando, cuando está demostrada la falta de sensibilidad y especificidad de la prueba si se hace correctamente. Mutis por el foro.

El silencio de nuestro sistema colegial ante lo irracional de un confinamiento total, tal y como hemos vivido, de la obligación de llevar unas mascarillas inútiles en lugares abiertos y con una mínima separación de seguridad, y de la sinrazón del cierre de nuestra sociedad, con la cadena de consecuencias tan penosas que está teniendo y va a seguir produciendo…

El silencio y consiguiente apoyo al cierre de la atención primaria, eje de la salud de un país… Penoso. Auténticamente penoso. Un verdadero dislate.

Ahora, un compañero se atreve a hablar con todo el sentido del mundo y, ahora, el sistema colegial se levanta como un resorte para intentar generar un descrédito público y amenazarlo profesionalmente. No, señores. Más les valdría observar la realidad Covid con una panorámica más científica, y permitir foros en los que los profesionales que no estamos de acuerdo con la actual gestión podamos poner encima de la mesa este tipo de cuestiones para intentar llegar a soluciones mucho más equilibradas y de sentido común, en lugar de estar plegados a las actuales dinámicas, construidas en foros muy lejanos al control de la población y con tendencias fuera del sentido común.

Desde aquí mi total apoyo al Dr. Carlos González de la Cuesta.

Salud para ti y los tuyos.

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