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Los bichos

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ADN 3D BIOLOGÍA. IMAGEN DE ARCHIVO

Hace un año que andamos a vueltas con el monotema de la pandemia, y quiero detenerme un momento para hacer énfasis en esta especie de aniversario.

Los humanos hemos aprendido a hacer memoria de lo sucedido en nuestra historia (tanto personal como familiar o social) a través de las fechas que, con el paso de cada año, conmemoran el hecho del que se trate.

Y los aniversarios nos pueden ayudar a alegrar el día… o nos llevan a actualizar un drama. Aquí estamos envueltos en un drama de dimensiones, a todas luces, incalculables. Ha dejado en la cuneta a un montón de personas inocentes, muertos en situaciones no deseables ni al peor de los enemigos.

Pero, además, este aniversario nos puede hacer recordar y ver claramente cómo se ha puesto en escena un experimento social también de enormes dimensiones. Soy consciente de que esta cuestión va a ser vivida de forma muy diferente según la percepción que cada cual ha tenido de este proceso pandémico mundial, y no voy a incidir en este aspecto.

Como posible origen de todo este lío, tenemos a un virus, un nuevo integrante de la familia de los coronavirus humanos, el SARS-CoV-2. No está nada claro en el ámbito de la Ciencia cómo se ha producido la aparición de este nuevo virus, y ya me he referido a este tema con, para mí, un “modus operandi” humano cada vez más claro.

Pero a lo que me quiero referir en este artículo es a la percepción general que tenemos los seres humanos de los microorganismos, a los que coloquialmente nos referimos como “bichos”.

Fue durante el siglo XIX, con la aparición del microscopio, cuando se hizo evidencia de que estábamos rodeados de gérmenes diminutos que, hasta esas fechas, los médicos y científicos en general no habían podido ver.

En ese momento es cuando se desató una auténtica guerra entre la mayoría de los científicos, que consideraban, a la antigua usanza, que las enfermedades provenían de diferentes tipos de procesos, generalmente relacionados con la teoría de los humores, y unos pocos que, microscopio en mano, hicieron ver a la humanidad que los bichos eran los causantes de las enfermedades.

En la posición clásica, la mayoritaria en aquel entonces, estaba Antoine Béchamp, biólogo, médico y químico; y en la posición innovadora destacó el químico Louis Pasteur. Y la evidencia observada con los microscopios, en un primer momento, fue la aparición de esos microorganismos en el campo de batalla de la enfermedad.

Hoy en día, sabemos, ya nadie lo niega, que en nuestros organismos hay diez veces más material genético de microorganismos que de nuestras células. ¿Qué idea puede derivar de este hecho? Para mí, una muy clara: los bichos no son nuestros enemigos.

No quiere decir que entre ellos no haya bichos con bastante “mala leche” y que su presencia, sobre todo cuando los nuestros propios no están correctamente dispuestos formando parte de la primera barrera defensiva de nuestro cuerpo, cuando nuestro estado no es de equilibrio, no puedan contribuir a producir una enfermedad, un intento de restablecer el orden en nuestros organismos.

No sé dónde oí o leí un ejemplo que nos puede hacer ver la lógica con la que se ha manejado la presencia de bichos microscópicos, tanto bacterias como hongos, virus…

Imaginaos que vienen unos extraterrestres y se fijan en los incendios que se producen en nuestro planeta. Lo primero que verán es que en todos los incendios hay bomberos. La deducción lógica, y falsa si no se percibe todo el proceso, es que los bomberos pueden ser el origen de los incendios.

Ésta es la idea que diversos biólogos y virólogos intentan desmontar en la actualidad: que la existencia de bichos (sobre todo virus) y su presencia en los tejidos infectados de un ser vivo no quiere decir que sean la causa de esa infección o enfermedad sino una consecuencia de la misma.

Con el descubrimiento del SARS-CoV-2 y su dificultad de aislamiento-purificación de tejidos celulares y su posterior microfotografiado se puso sobre la mesa, en algunos científicos discrepantes con la teoría oficial, que estas partículas fueran parte de lo que se tiende a llamar “exosomas”, unos trocitos de información genética de nuestras células que tenemos incorporada en nuestro genoma y que en momentos de alto estrés celular salen de las mismas a modo de mensajeros sobre la situación que se está viviendo en dichas células.

Efectivamente, pueden verse estos virus, este material genético rodeado de una membrana, como “partículas infectivas” que penetran en otras células pasándoles la información de toxicidad de la primera célula.

Se ha comprobado que estos exosomas surgen de nuestras células en diversas situaciones en las que estamos sometidos a estrés: toxicidad ambiental de todo tipo, como contaminación, electromagnetismo, situaciones de alta tensión mantenidas, etc.

Si esta hipótesis del exosoma fuera verídica (y yo creo que tiene mucho fundamento), estaríamos ahora en un momento clave para las ciencias biológicas y médicas. Una ocasión ni que pintada para ponernos en paz con estos bichos después de toda la carga que se les ha echado encima.

En suma, percibo que estamos en otro duelo entre dos corrientes: una mayoritaria, seguidores de la teoría microbiana de Pasteur, en la que se fundamenta la actual Medicina y su parafernalia farmacológica (no sé si podéis imaginaros lo que se ha montado alrededor de este paradigma), y otra minoritaria, más relacionada con la teoría del terreno.

¿Aprovecharemos para darnos cuenta de lo que sucede en realidad?

Salud para ti y los tuyos.

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