sábado. 20.04.2024
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RESEÑA LITERARIA

LENGUA DORMIDA de Franco Félix

La fascinante crónica íntima del descubrimiento del pasado oculto de la madre del autor tras su muerte.
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LENGUA DORMIDA de Franco Félix. Editorial Pepitas
LENGUA DORMIDA de Franco Félix

Después de un accidente doméstico en apariencia intrascendente que a la postre resultó fatídico, Ana María, la madre del narrador de Lengua dormida, pasó tres años entrando y saliendo de una clínica en Hermosillo, ciudad en la que encontró su punto final la última de sus vidas. Tras su muerte, la biografía secreta de su pasado reveló una de las primeras: muchos años

antes vivió en Ciudad de México, tuvo un marido y cuatro hijos y lo abandonó todo. Las hebras que engarzan ambas existencias están contadas en este libro que es al mismo tiempo una investigación detectivesca, un caleidoscopio del duelo, una carta de amor, una búsqueda y un hallazgo.

Emotivo pero nunca afectado, hondo pero jamás solemne, Lengua dormida es un acto reflejo frente a la orfandad, el recorrido mental de un hijo que busca a su madre muerta. La narración avanza de forma caprichosa e inestable –de manera análoga a como procede la memoria–, poblándose tanto de los grandes hitos que marcan una existencia como de anécdotas en apariencia triviales; y sin embargo nada es gratuito en la escritura de Franco Félix, capaz de vincular los momentos más álgidos de la historia con aquellas miniaturas domésticas que dotan de cuerpo y personalidad a una vida, incluso después de que se haya extinguido.

Lee aquí el primer capítulo

«Hace un año exactamente falleció Ana María Martínez Palomino. Desde entonces he aprendido un par de cosas sobre ella. Que a Ma le decían Pelona. Que sólo tuvo dos amores en su vida. Que trabajó recolectando vísceras. Que su nariz tuvo el mismo tamaño siempre. Que fue asistente de un dentista. Que manejaba un vochito. Que el lado derecho de su rostro era muy diferente del izquierdo. Que hablaba inglés sin saber inglés. Que lavaba la ropa de sus hermanos desde los ocho años. Que su vida estuvo partida en dos y nunca supo cómo hilvanar cada uno de los pedazos. He aprendido mucho sobre ella para el libro que escribo, pero también he aprendido una que otra cosa sobre mí. Que la soledad no es tan legítima o tan brutal, sino hasta que pierdes a tu madre».

 

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